samedi 23 février 2008

"Mi doble muerte", Eric Courthès ( autotraducción del primer capítulo de mi futura novela sobre Bonpland)


MI DOBLE MUERTE
(autotraducción del primer capítulo de mi novela "Mémoires d’un mort, le voyage sans retour d’Aimé Bonpland", publicada por "Palabras escritas", n° 5, Asunción, Servilibro, 2008)

“ Cuando ya nada se puede hacer se escribe. Es el único modo de comprobar que uno existe aún en la fijeza mortuoria de la escritura.”, Augusto Roa Bastos, Yo el Supremo

¿ Y vos quién sos, que venís a asesinarme post mortem ? Hay tantas versiones como posibilidades, de todas formas, “más allá del muro del sueño” eterno, no reconocí tu cara, en la oscuridad. Diz que sos un gaucho anónimo, o incluso un indio montado a caballo nombrado Macario, y que me habría negado a saludarte. ¿ Cómo habría podido contestarte? No estabas al tanto de mi muerte? Toda la ciudad de Restauración se había enterado? ¿ Cómo no lo ibas a saber vos? Otros pretenden que eras un pariente del Gobernador Pujol, uno de mis mejores amigos, esa hipótesis no tiene sentido....
Toda la noche me pusieron a secar, en la loma de los árboles del paraíso, sentado como si estuviera vivo, en mi sillón de fraile, para asegurar el proceso de embalsamiento. Hay quienes cuentan sin fundamento que te atreviste a acuchillarme penetrando por la noche en una iglesia, donde tenía lugar una capilla ardiente. ¡ Delicioses dislates de la ficción! ¿Quién se habría atrevido a semejante blasfemia entre nuestros compatriotas correntinos tan creyentes? Ni siquiera un gaucho o un indio machado! ¿ Cómo un adepto de las Luces como yo, ateo y masón, habría podido tolerar un velatorio en una iglesia? ¡No fueron mis últimas voluntades! ¡ Son puras chusmerías!
¡ Sólo un tipo experimentando el máximo rencor hacia mi persona podía provocar tamaña carnicería! “¿ Por qué tanta barbarie?”, se exclamó Alejandro de Humbold, mi amigo eterno, al enterarse de ello. Acá tienen una primera respuesta. Pasé los últimos años de mi vida, “ a la sombra de los árboles”, en mi estancia de Santa Ana, mi única compañía era mi hija Carmen. Victoriana Cristaldo, mi última esposa, no aguantaba más las vicisitudes de Saõ Borja, nuestra hacienda en Brasil, y mis incesantes viajes por el río Uruguay, al cabo de una corta estadía en familia, había vuelto a Corrientes, a casa de nuestros amigos, los Perichón, con Victoriana, Amado y Anastasio, para cuidar mejor sus estudios. En ese periodo su familia me odiaba a muerte, en su criterio yo era el aventurero empedernido, el rompecorazones, que la dejó a Victoriana, como a todas las otras. ¡ No fue así! ¡ Se fue motu propio! Al volver a Santa Ana, en 1853, yo había decidido vivir en la mayor indigencia, no soportó aquel aislamiento, aquella indigencia, como muchas mujeres, se sintió traicionada, y después de una última crisis, decidió volver a Corrientes.
¡Entonces vos el supuesto gaucho Macario, que va acercándose enmascarado en la noche oscura, que se inmiscúa cual borracho a la sombra eterna de mi árbol, te desenmascaré, sé quien sos, por el decoro me conviene callar tu nombre, pero todos mis lectores lo habrán adivinado, infame monstruo, que ni la muerte puede respetar! Más allá del umbral de la muerte, te escuché, gritaste al acuchillarme varias veces seguidas: “¡Tu ciencia ya no te sirve pa’ nada!”, con esa risa sarcástica, sin saludarme siquiera, tal como lo pretenden todas las falaces crónicas escritas al respecto...Yo quiero que pese a mi muerte, la verdad por fin estalle, casi todos los correntinos me idolatraban, se preveía para mí, ( y pese a mi voluntad), una semana de duelo nacional en la capital. ¿ Pues quién pudiera desear con tanta fuerza y rencor, romper este proceso irreversible? ¿ Quién pudiese arruinar las horas de trabajo de mi embalsamiento? ¡Yo mismo lo había recetado! ¿ Quién más sino vos? El que no se puede nombrar...

El compilador gracias a estas notas, ( que siempre se negarán al olvido de pie de página), siente la necesidad de restablecer acá “algunas verdades”, aunque este término sea perfectamente inapropiado en lo tocante a la vida ( y sobre todo la muerte) tumultuosa de Amado Bonpland. Nunca se sabrá lo que pasó realmente. ¡Qué los historiadores, ávidos de verdades proclamadas y evidencias innegables, huyen de estas líneas como la peste!
Amado Bonpland se murió el 11 de mayo de 1858, en su casita de Santa Ana, ( hoy día el pueblo más cercano se llama Bonpland), Provincia de Corrientes, a orillas del río Uruguay, al nordeste de Argentina, en su viejo sillón de mimbre, contemplando su jardín desde la ventana.
Luego se lo transfirió a Restauración, ( hoy llamada Paso de los Libres), para ejecutar su embalsamiento, en este punto tres versiones se enfrentan. Dos días más tarde, el 13 de mayo de 1858, habría sido apuñalado mientras se lo transfería a esta ciudad, o en Paso de los Libres, después de su embalsamiento, durante una capilla ardiente, o finalmente, delante de su casa, en Santa Ana.
A nuestro ilustre Muerto le dejamos la responsabilidad desus declaraciones. Está libre, ( y mucho más que cualquier hombre), de volver a vivir su muerte tal como se le antoja...
« Más allá del muro del sueño » es, amén de una digresión anacrónica asumida, una evidente alusión al genial Lovecraft, Maestro si los hay de las prosopopeyas. ¿ Quién puede olvidarse, después de haber leído algunos de sus libros, de los franqueadores de umbrales, allende lo real, como Randolph Carter o Joe Slater? Siguiendo esta línea, le damos la palabra a un muerto, más allá de los límites del espacio y del tiempo, e ignorando las reglas más elementales de la biología.
“¿Por qué tanta barbarie?”, esto es lo que declara Christian Vadim, ( digno de Catherine Deneuve el hijo), en su pellejo de Humboldt, en una adaptación magistral al cine de la “novela” de la primera parte de la vida de Bonpland, del amigo cibernético Luis Armando Roche, “Aire Libre”. Tal fue el impulso de su vida, la Libertad, y no sólo la filosófica del Espíritu de Las Luces, el cual supieron transmitir tan bien en América Latina, con Humboldt, y que originó, ( a partir de un sueño colectivo en un prostíbulo parisino), la Independencia de este continente, sino más bien, la de todos los días, por la cual, uno tiene que luchar paso a paso.
Bonpland también inspiró a numerosos novelistas, adeptos de la ficción histórica, entre los cuales, dos franceses, Philippe Foucault, en su obra,( muy documentada por otra parte), “El pescador de orquídeas”, lo nombra al gaucho asesino “Macario”. ¿ Sería una manifestación exotextual de nuestro Amigo fallecido, el genial novelista paraguayo, Augusto Roa Bastos? ¿Su extraño contador de “Hijo de hombre”, que se hace cargo de parte del relato, ( en especial de la que cuenta la extraña doble muerte de Bonpland), se habría metamorfoseado en asesino?¿ Su resurreción textual en “Yo el Supremo” no tendría fin?
En cuanto a Nicolas Hossard, reutilizando las últimas palabras de Foucault, lo hizo morir “ a la sombra de los grandes árboles”, a orillas del Uruguay, en un subtítulo muy poético y evocador de un personaje que se pasó la vida trepándose a sus ramas, para recolectar orquídeas: “ Aimé Bonpland (1773-1858), médico, naturalista, explorador en América del Sur”. (Nota del compilador).



En virtud de mis prácticas masónicas e inspirándome del arte del embalsamiento de los faraones del Antiguo Egipto, había pedido que se edificara a la vera del río Uruguay, que está cerquita, una Casa de Pureza, en realidad una gran carpa abierta a los vientos, para rociar mi cuerpo con su agua pura y lavarlo, y para que empezara a secar.
Lo habían colocado en una gran mesa de algarrobo, el Doctor Antero de Rivero había abierto dos ranuras en su parte superior, para que mis sesos ( triturados y picados por las manipulaciones del embalsamador, armado de un gancho en espiral y evacuado luego por las narices), pudieran fluir por los dos agujeros.
Para recuperar mis vísceras, el buen Doctor Antero, (al que yo mismo había formado), abrió mi cuerpo por el abdomen, habían reemplazado el ancho cuchillo de esquisto copto por un machete paraguayo bien afilado. Luego las lavaron con vino de palma, las rellenaron con condimentos y las envolvieron en un lienzo de lino, antes de colocarlas en urnas funerarias del Chaco, las cuales harían perfectamente las veces de canopes.
Prohibí terminantemente que tocaran mi corazón, sede de mis sentimientos y especialmente de mis múltiples pulsiones amorosas, tampoco les di permiso para que tocaran mi falo, del cual fue el tan noble y tan amado instrumento, y pedí que se evitara su desecación por todos los medios.
Suturaron mi incisión abdominal con placas de oro, que había traído desde Ecuador, lo mismo hicieron para tapar mis narices, mi boca, mis ojos y mis orejas.
Por fin ordené que se cubriera mi cuerpo con diez veces su volumen de polvo de natrón, así hubiese sido absorbida la humedad residual de mis tejidos, mi piel se hubiera desecado íntegralmente. Procurando evitar que mis uñas cayeran, taparon mis falanges con dediles de oro.
Pero vos el innombrable Cristaldo, el Diego de mal vino, que se pasó la vida embriagándose e envidiándome, llegaste por la noche de improvisto, completamente machado, a la cumbre de la loma de los árboles del paraíso, y terminaste destruyendo todo el trabajo de los embalsamadores.
Sólo Macario, hijo mostrenco de mi Supremo Amigo paraguayo, el Doctor Francia, fue testigo de la escena y pegó un salto en su lechito de ramas al tratar de auxiliarme.Estaba esperando a mi lado que encontrara un remedio para su hermana Candé, víctima de una especie de cáncer de los nervios. Después de un viaje agotador desde el Paraguay, permanecía esperando de balde que yo despertara, de puro milagro, desde hacía dos días. ¡Pero ya era demasiado tarde!
Ni tuvieron tiempo de aplicarme las bandas, de las cuales había soñado tanto durante toda mi vida, me veía en efecto como un Ramsés o un Toutankamón, sobreviviendo a los siglos. Bajo la protección de Anubis, Inpou o Anepou, el Dios de la muerte, con cara de chacal, mi cuerpo habría conservado su integridad física, y habría reemprendido el camino de su vida, más allá del muro del sueño eterno...






En realidad, pareciera que fuese el Gobernador de Corrientes, Pujol, que habría pedido el embalsamiento, antes de que se transfiriera el cuerpo hacia la capital. Pero el Amado nuestro de seguro poseía el secreto y lo habría informado al Cura Gay de Saõ Borja, el que lo introdujera en la logia brasileña y al Doctor Antero, también brasileño. Sin embargo estas exigencias funerarias no cuadran con la increíble modestia del “Karaí Arandú”, durante su vida. No obstante se puede ver en ello una voluntad de desafiar a la muerte allende los límites de lo posible, primero merced a una vida fuera de lo común y por último gracias a una muerte vista como una superación, un salto hacia otro espacio alcanzable...
En cuanto a los saberes sobre los ritos mortuorios egipcios, expuestos por nuestro Muerto tan amado con la mayor claridad y la frialdad habitual del médico, no es de extrañar. Bonpland el cirujano de marina, el viajero ilustre, es un digno representante del Espíritu de las Luces y encima, la campaña de Egipto había transmitido muchos conocimientos a Francia,( amén de los bienes expoliados), en los círculos de intelectuales parisinos. Es preciso añadir que el medio siglo que pasó en América Latina, en contacto íntimo con varios grupos guaraní del Paraguay y de Argentina, reforzó de forma empírica, (mediante el descubrimiento de los beneficios de las múltiples plantas locales desconocidas en aquel entonces), toda su sapiencia de médico y botánico occidental.
Bonpland, tal como los gatos maravillosos de Lovecraft, después de sus múltiples vidas, sus múltiples aventuras, que lo hacían realmente inasequible, a quien se lo mandaba buscar al fondo de la selva, “adonde estuviere”, descubrió su “Manorá”, su lugar para morir en guaraní, en Santa Ana de Yapeyú, al borde del precioso río Uruguay. Su muerte, conforme con su vida, no podía ser un hecho banal, lo había previsto todo, los saberes locales y lejanos, salvo la idiotez de un pariente, que nunca tuvo conciencia de haber convivido con un Gigante.
El Barón de Humboldt, (compañero de la expedición por el Amazonas, vencedor del Chimborazo, el Amigo eterno), no se habría exclamado acaso al respecto, ( al comienzo de “Aire Libre”, la película venezolana sobre Bonpland, de Luis Armando Roche, al enterarse de la muerte del charentés de tanto Amor que se lo puede leer en su propio nombre): “Los hombres a quienes les anima la pasión del conocimiento son como los gatos, se puede tratar de matarlos nueve veces, siguen viviendo!”.
Fuere lo que fuere, la cremación del “Gran Médico”, como lo llamaban los guaraníes, terminó siendo inevitable a causa del acto mórbido y odioso del infame Cristaldo. Hoy día las cenizas de Amado el bien nombrado descansan en el cementerio Santa Cruz de Paso de los Libres, en el panteón familiar, en una urna cineraria de mármol blanco, tirando a rosa por el desgaste del tiempo. El panteón amarillento recuerda por las cuatro columnas truncadas que lo rodean un sepulcro antiguo, la extraña chimenea que lo adorna en su centro, parece ser la cabeza de un cohete listo para despegar de nuevo hacia la vida, que lo abandonó hoy a uno de mis amigos . ( Nota del compilador)
Antes de que el buen Doctor Antero triturara mis sesos, mi alma, al presentir sin duda el desastre, se había escapado, echándose a volar por encima del río Uruguay. Es ella misma la que les contará ahora estas historias de mi vida. Hoy en día está descansando en la cima de un guapo’y de la isla Martín García, en la entrada del Delta del Tigre, donde había descubierto el secreto del mate. Gracias a este árbol de eterna vida, que devora sus congéneres, alcancé cierta forma de eternidad. Desde ahí domino el Río de la Plata limoso, estero sin orillas y sin fronteras, en un islote, por donde confluyen todas las corrientes, todos los climas, y por ende todas las plantas, de la América mía. Decenas de monitos alegran mis días, cohabito con una orquídea gigante, una heliconia caribbea , en la plaza del pueblito, la gente levanta a menudo la cabeza y se pregunta lo que estoy haciendo arriba...

Pero antes de que les hable de este islote mágico, primero les voy a contar nuestra expedición a las fuentes del Orinoco, con el amigo eterno Humboldt, desde mi conciencia superviviente dialogaremos y desafiaremos de nuevo la muerte. Desde la teórica fijeza de la muerte, les voy a escribir este libro, el mío, contárselos. ¿Qué más puedo hacer? Mis múltiples tiempos se han acabado, pero se me concedió un plazo, para narrarles los mayores momentos de mi vida, el compilador e incluso el autor ya podrán protestar tanto como quieran. ¡Este libro es mío!Me alcanzarán las fuerzas para escribir mis múltiples existencias, desde el óbito pasaré a mejor vida. ¿Después de mi segunda muerte, por qué no entraría en una segunda vida? Desde mis trópicos a la “ dulce Francia”, desde las riberas del Uruguay al “apacible Charente”, mi historia de aventurero, poniendo la sed de conocimientos y la libertad por encima de todo, les voy a contar.

La muerte es el silencio, empero mi voz de ultratumba traspasa el umbral del óbito, al escribir por ustedes este libro que le estoy dictando al autor. El nombre del tipo que aparece en la tapa es él de un falsario, un plagiario, un “contrafactor”, me usurpó la biografía compaginando muchos libros, pero soy yo el Autor de verdad. En vida ya estaba muerto porque había alcanzado la posteridad, igual le pasó a mi hermano Alejandro. Desde mi muerte, estoy vivo, por este libro que les dirijo.
Eric Courthès
12 01 08

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