TAXI-MOMIA[1]
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Iker ahora recordaba, extraño encuentro y rara coincidencia otra vez, a un viejo taxista de Asunción, capital del lejano y mítico Paraguay, a donde solía viajar, como investigador y escritor de los domingos y días feriados….
Vino a buscarlos en la entrada del Manduará, por una noche oscura, para bajar hasta la Vieja Estación de la Plaza Uruguaya…
El vehículo era tan antiquísimo como el chófer y parecía levitar tranquilo, libre de gravedad, en un espacio y tiempo dignos de Amoité…
Literalmente se deslizaba por los rieles del tranvía y bifurcó hacia Mariscal Estigarribia…
Taxi-Momia era muy chiquitito, otro chófer que lo cruzara no habría visto sino una gorra, manejando con destreza un antiguo Ford Falcon, de tan triste notoriedad…
Uno tiene que decir además que el Abuelo Ezequiel, así podemos llamarlo, no pronunció ni una sola palabra durante todo el recorrido, en mi asiento estaba congelado por esa irrupción de la Muerte y su extraño cortejo, impregnado de banalidad…
Desde luego no le confesé nada a mi esposa, otra vez habría pensado en mandarme al manicomio, donde el Doctor Mafiel, Fiel de Fechos, me estaría esperando con una jeringa enorme y una mirada sádica en los ojos…
Al cabo de diez minutos de extraña eternidad, Ezequiel Caro nos dejó en el Lido bar, donde disfrutamos con todo de una sopa de surubí, satisfecho en lo que me atañe, por haber reintegrado la Vida…
Eric Courthès
Asunción, 10/08/05,
21h03-21h13
1] Este micro relato, en caso de que me lo publicaren, vendría insertado en un librito de poemas y micro relatos
de viaje, por el Paraguay y muchos otros lares, titulado Viajedades…
Iker ahora recordaba, extraño encuentro y rara coincidencia otra vez, a un viejo taxista de Asunción, capital del lejano y mítico Paraguay, a donde solía viajar, como investigador y escritor de los domingos y días feriados….
Vino a buscarlos en la entrada del Manduará, por una noche oscura, para bajar hasta la Vieja Estación de la Plaza Uruguaya…
El vehículo era tan antiquísimo como el chófer y parecía levitar tranquilo, libre de gravedad, en un espacio y tiempo dignos de Amoité…
Literalmente se deslizaba por los rieles del tranvía y bifurcó hacia Mariscal Estigarribia…
Taxi-Momia era muy chiquitito, otro chófer que lo cruzara no habría visto sino una gorra, manejando con destreza un antiguo Ford Falcon, de tan triste notoriedad…
Uno tiene que decir además que el Abuelo Ezequiel, así podemos llamarlo, no pronunció ni una sola palabra durante todo el recorrido, en mi asiento estaba congelado por esa irrupción de la Muerte y su extraño cortejo, impregnado de banalidad…
Desde luego no le confesé nada a mi esposa, otra vez habría pensado en mandarme al manicomio, donde el Doctor Mafiel, Fiel de Fechos, me estaría esperando con una jeringa enorme y una mirada sádica en los ojos…
Al cabo de diez minutos de extraña eternidad, Ezequiel Caro nos dejó en el Lido bar, donde disfrutamos con todo de una sopa de surubí, satisfecho en lo que me atañe, por haber reintegrado la Vida…
Eric Courthès
Asunción, 10/08/05,
21h03-21h13
1] Este micro relato, en caso de que me lo publicaren, vendría insertado en un librito de poemas y micro relatos
de viaje, por el Paraguay y muchos otros lares, titulado Viajedades…
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