Eric Courthès
Universidad de París IV,
CRIMIC SAL,
La Sorbona
“Metaforismos”, juego de armar de la Escritura y del Hombre,
de Augusto Roa Bastos
I) Resumen:
Los Metaforismos que vamos a analizar constituyen un doble de la obra existente y ausente de Augusto Roa Bastos, proviniendo de un palimpsesto cuya extensión nadie hoy en día puede medir, y del cual ciertos estratos no han conocido la edición, tejiendo entre sí su propia coherencia interna, al destacarse de sus respectivas ficciones.
En aquel terreno pluritextual, -tan polifónico como el tema Elegguá de Omar Sosa-, (Sosa, 2001), Roa nos enseña a jugar a volver a construir su obra, (Zé, 2002) y sobre todo su pensamiento, a partir de metáforas aforísticas, habitadas también por la trascendencia del lenguaje y de tres ejes dominantes: la Escritura, el Hombre y la Mujer, y el Amor…Para estos últimos dos puntos, véase mi reciente artículo de Palabras Escritas, (Courthès, 2006 h).
Y entonces, el texto que vamos tejiendo nosotros mismos, el genotexto, deja entrever algunas zonas de significado, a partir de las cuales se puede apreciar su genio de la escritura endotextual, su extraña poética de la ausencia y su innegable dimensión filosófica.
En todo caso, aquellos juegos de armar de la escritura y del amor, en un punto se tocan, la alteridad, sin la percepción exacta y apasionada del otro, sea texto o ser humano, no existimos, o entonces muy parcialmente, John Fante en su tiempo ya lo acertó: “Para escribir hay que amar y para amar hay que comprender.”, (Fante, 2002, 142).
II) Introducción
Primero, debemos confesar que habíamos excluído de nuestros recientes estudios sobre la transtextualidad en la obra de Roa Bastos, (Courthès, 2006, a, b, c, d, e), Metaforismos, la última obra publicada por al autor solito, en efecto, después de 1997, Roa sólo publicó obras colectivas, (Roa Bastos, 2001), (Maciel, 2002).
Y esta lectura posterior a los artículos y ensayos ya mencionados no pudo sino agudizar nuestra visión del texto roabastiano, rico en intertextualidad, hipertextualidad y sobre todo endotextualidad. De hecho, este librito de metáforas aforísticas vuelve a decir la obra entera en filigrana e incluso la obra ausente, no faltan en efecto los borradores u obras acabadas que Roa nunca publicó, y que han sido elegidos por el autor para completar estos pensamientos breves y complejos. Roa afirma de antemano en la tapa lo endotextual de esta obra, sacada de su propia obra, presente o ausente: “ Esta selección está entresacada de algunas de mis obras que se mencionan aquí por orden cronológico; de borradores inacabados o destruidos; también de cuadernos de apuntes y de cartas con amigos lejanos…”, (Roa Bastos, 1996, tapa)
Los Metaforismos no sólo dicen una Escritura que se mira y se analiza, sino que también constituyen una profunda reflexión sobre él mismo, el Hombre y la Mujer, y el Amor, para sólo mencionar los ejes más relevantes, en esta obrita más bien ignorada por la crítica, pese a su innegable carácter de confesiones últimas e intimas…
II) Marco teórico de la transtextualidad
Como ya lo hicimos en nuestros estudios anteriores de semiótica textual ya citados, nos parece importante distinguir, y hasta cuestionar, los habituales conceptos de semiótica sacados habitualmente de Julia Kristeva y Gérard Genette, (Genette, 7-18). Primero porque las nociones de intertextualidad e hipertextualidad tienden a sobreponerse en la crítica actual, y luego porque la hipertextualidad, tal como Genette la define, no diferencia la naturaleza de “la operación transformativa”, (Genette, 14) que forzosamente separa un hipertexto auctorial, muy presente en la obra de Roa, de un hipertexto alógrafo.
Por último, porque en el caso de don Augusto, la interrogación sobre el texto de por sí, la Escritura de la Escritura, de un texto que se pone en escena y se genera a sí mismo, es tal, que la categoría de hipertexto auctorial tampoco alcanza. Y ello sin tener en cuenta las rupturas metadiegéticas, muy numerosas en la obra de Roa, las cuales tampoco pueden entrar en el cajón de sastre de la hipertextualidad.
Pues pongamos para la primera categoría el término de endotextualidad, (Courthès, 2006 c, 115-120), y para la última, tratándose del mismo texto en realidad, puesto en abismos sucesivos, -y dado que no se recurre a otro texto, del autor o no-, bastarán las conocidas categorías de metadiégesis o metadiscursos.
Por lo tanto, tal como lo sugiere Genette, acudiendo a Kristeva el intertexto será la cita, el plagio o la alusión a otro autor, el hipertexto auctorial, la presencia, con transformación o no, de un texto anterior o posterior del autor, el hipertexto alógrafo, la recreación de un texto de otro autor, y por fin el endotexto, una reflexión sobre el texto que estamos leyendo o más generalmente sobre la escritura.
Bien notamos ahora que todas estas categorías no dicen la misma realidad, incluso podemos afirmar que no bastan para decir todas las transmutaciones del texto, sobre todo en Roa Bastos.
IV) Presencia de los conceptos de transtextualidad y definición de metaforismos
En este librito de pensamientos breves, y muchas veces humorísticos, que nos toca analizar, la intertextualidad aparece claramente en el excelente índice temático de Carlos Pujol, todos los grandes escritores están, generalmente citados. A excepción de don Miguel de Cervantes, cuya obra es a menudo comentada, y que ocupa solito seis entradas, el récord en la serie de los literatos, en la cual se puede mencionar también a Nietzche desde luego, Blaise Pascal, Borges y Quevedo, por si tuviéramos que establecer una lista de los pensadores “premiados” por Roa.
El mismísimo Cioran, sin lugar a duda el Maestro del aforismo, sólo aparece una vez, y el mencionar a aquel autor nos permitirá de antemano diferenciar los aforismos del Maestro rumano-francés de los de Roa. El cual, al publicar al final de su carrera literaria, este libro de aforismos, se igualaba con los mayores, tal como Cervantes con Flor de aforismos peregrinos, o Proust y Oscar Wilde, y ello sin tener en cuenta los filosófos, quienes tal como Schopenhauer, Voltaire o Nietzsche se pusieron a escribir también, al final de su vida, su recueil de pensamientos breves y densos.
De hecho, por una parte, Cioran era un especialista del pensamiento negro y conciso, no un autor de ficciones, mientras que Roa nos propicia este libro al final de su trayectoria literaria, sumiéndose de nuevo en su propia obra, otra vez resulta ser una señal notable de hipertextualidad auctorial.
Por otra, la puesta en recueil de estos aforismos que pre-existen a la obra de por sí, y que dan de ella al menos una segunda visión, constituye un planeamiento hipertextual, cuanto más enigmático que recurre a numerosos aforismos nunca publicados y por tanto a ficciones ausentes. Pero qué importa, dado que se escribe una sola historia y en este ámbito, la demostración de Roa fue de las más convincentes: “Por muchas vueltas que se dé a las palabras siempre se escribe la misma historia.”, (Roa Bastos, 1996, [529], 111, A contravida).
Pero lo que llevará más tiempo en este estudio, es nuestra dedicación al endotexto, en efecto, tal como lo sugiere acertadamente Carlos Pujol, es sin sorpresas la palabra “escribir”, sin registrar todos sus corolarios, la que representa más entradas en la obra, 35 en total, lo que justifica que se la haya elegido como temática central de esta primera parte.
Son cinco obras de Roa las que entran en este libro, en el orden de publicación: Yo el Supremo, Vigilia del Almirante, El fiscal, A contravida y por fin Madama Sui, resulta extraño que Roa excluyera de la serie Hijo de hombre, obra en la cual ya menudean las reflexiones sobre la escritura. Hasta podemos plantear que los endotextos de Miguel Vera en Relegados sobre todo, en el capítulo VII, contienen en cierne todos los demás. ¿Será necesario recordar la fuerza comunicativa de esta cita sobre la utopía de la escritura, del genial narrador-escribiente de la obra?
“Viejo vicio, éste de la escritura. Círculo vicioso que se vuelve virtuoso cuando se cierra hacia afuera. Una manera de huir del no-lugar hacia el espacio estable de los signos; una manera de buscar el lugar que se llevó nuestro lugar a otro lugar. ¿Y no es éste acaso el verdadero sentido de lo utópico? La utopía del Hijo Pródigo regresando al hogar que ya no existe; la de los desterrados, exiliados y confinados que ansían volver al sitio de donde fueron arrancados y saben que aunque retornen a ese lugar ya no será jamás el suyo. El hombre mismo es, pues la utopía perfecta. Para escapar de ella se hacen viajes, está uno siempre yéndose hacia cualquier parte, huyendo hacia atrás o hacia delante, cada vez más lejos.” (Roa Bastos, 1960, 257)
La reflexión sobre la escritura es pues permanente en Roa Bastos, y la larga serie de aforismos tratando el tema trasciende todas sus obras, e incluso desemboca en una nueva obra, fruto de la compilación de todos estos aforismos. Incluso se sabe que esta obsesión tardía por las máximas breves y metafóricas no se había cumplido en la obra que nos interesa.
De hecho, en el documental que le dediqué en 2001, Un país tras la lluvia, me dijo que preparaba otra serie de aforismos partiendo de la cultura guaraní, en la que el aforismo, el né’ engá, se suele usar mucho, con una gran carga metafórica. En efecto, Roa, en esta entrevista que me dio en septiembre de 2000, así lo define magistralmente: “la sombra de la palabra”, a partir de su etimología: ñéé: ‘lengua, palabra’, y ta’angá: ‘sombra’…Pues “ la sombra” de las Palabras a Roa le habría gustado ir, a los márgenes de los significantes y significados, aún más lejos…
Por último, en una entrevista de junio de 2003, incluso afirmó que daba el último retoque a una serie de mil aforismos titulados Proverbios rebeldes, y a su gran novela inconclusa Un país detrás de la lluvia:
“- ¿Qué libro está escribiendo actualmente? Nos puede adelantar algo?”
“- En realidad, trabajo en dos obras al mismo tiempo. Por un lado, estoy terminando de pulir una serie de mil aforismos (ésa sería la meta) como pensamientos muy condensados. Quiero que el libro se llame Proverbios rebeldes, mas me falta aumentar una buena porción de aforismos, frases y pensamientos. Afortunadamente, Alejandro Maciel me está ayudando en la selección, porque en Vigilia se me escaparon unos cuantos en la primera versión. No sé si alguien, alguna vez, leerá los mil, pero como usted sabe, la esperanza es lo último que se pierde…Por otra parte, estoy terminando esta especie de plan general que requiere una obra antes de su ejecución final. Se trata de una novela que me atormenta, con un título brumoso: Un país detrás de la lluvia. De niño, en Iturbe, que es el poblado del interior donde crecí, admiraba el paisaje en los días de lluvia, y este velo tenue de la lluvia que se interponía entre mi veranda y el campo lo tornaba incierto, distante, intangible. Así lo veo a mi país: detrás de una cortina que a veces lo recorta y otras veces lo asfixia. Y el sujeto queda esperando la luz del sol que inexorablemente vendrá a librarnos de esa pesadilla de no reconocernos unos a otros. En la historia hay una niña. Los ojos llenos de sueño de una niña, que va construyendo algo que sin embargo, no existe en el presente.”, (Giron, 2-3).
No obstante, antes de que tratemos lo del endotexto en Roa, conviene definir el término de “Metaforismos”, dado que van a ser objeto casi exclusivo de nuestro estudio, y ninguno, sino el mismo autor, creador de este neologismo, podía hacerlo:
“ Metáfora y aforismo, entrelazados en metaforismos, tejen la condensación de un pensamiento breve, conciso, lacónico, catártico, de ojos afacetados; que permite registrar la realidad del mundo y del ser humano simultáneamente desde todos los ángulos y para todos los tiempos.”, (Roa Bastos, 1996, [376], 88, El fiscal).
Además, tal como lo señala en el metaforismo anterior, la metáfora de por sí “crea una nueva realidad a partir de la cual la original se nos aparece como irreal.”, ([375], 88). Pues podemos afirmar que vamos a analizar pensamientos breves, no desprovistos de humor a veces, que desembocan en otra visión de lo real, y desde luego, van mucho más allá de un simple juego hipertextual o endotextual sobre la escritura, por su polisemia natural.
V) Hipertexto: escribir un solo libro
En efecto, incluso si según Carlos Pujol, “ Roa Bastos centra sus “metaforismos” en el quehacer del escritor”, (R.B. Pujol, 1996, 15), hasta si el acto de escritura es “el espejo primordial”, (18), en el cual se refleja el autor, -que sólo “engendra su semejante”, De Cervantes, 1986, 9), los metaforismos de por su carácter de exploraciones intelectuales, matizadas por la ironía y el humor, son primero interrogaciones sobre el lenguaje, sobre la capacidad o la incapacidad de las palabras para decir nuevas realidades, condensando los significantes y metaforizando en extremo los significados, (Courthès, 2006 b).
Es aquella una vieja idea de Roa, que ya aparece en Yo el Supremo, “Tendría que haber en nuestra lenguaje palabras que tengan voz. Espacio libre. Su propia memoria. Palabras que subsistan solas, que lleven su lugar consigo. Un espacio donde esa palabra suceda igual que un hecho.”, (Roa Bastos, 1996, [42], 36, Yo el Supremo).
Sin embargo lo insuficiente del lenguaje se transparenta en el metaforismo siguiente, lo que importa no son las palabras, en todo caso tal como las conocemos, con su carácter arbitrario, sino en realidad los hechos, en un relato que se generaría a sí mismo, en total autonomía, de ahí el concepto de endotexto creado en esta ocasión: “El relato no hace más que relatarse a sí mismo. Lo importante no son las palabras, sino los hechos que no están en las palabras y que precisamente rechazan las palabras.”, ([530], 111, A contravida).
El metaforismo sería pues al mismo tiempo un autorretrato del autor, y además las palabras que contiene, de por su fuerza metafórica, vendrían a cuestionar el carácter arbitrario del signo, en un texto único que se miraría y generaría a sí mismo.
Esta nueva realidad, creada por la palabra, se nos impondría a todos, incluso a la historia: “Escribir no significa convertir lo real en palabras, sino hacer que la palabra sea real.”, ([7], 31, Yo el Supremo), al liberar el lenguaje de todas sus escorias artificiales, un nuevo lenguaje factual nacería.
Esta verdadera poética de la escritura, vista como una utopía real, en perpetua reconstrucción, les podría parecer arrogante e incluso presuntuosa a algunos. Pero cuando el lector ejercitado se sobresalta en cada página, frente a tanta hipertextualidad y endotextualidad, cuando descubre que en la obra que nos toca, -como si el enigma sólo nos fuera revelada al final-, todo lo que suputaba en esta materia, de repente se pone más claro, no puede sino alabar, de modo objetivo, esta hazaña hipertextual, que lo lleva a cada rato al lector hacia nuevos horizontes, hacia el universo transfinito de “la poética de las variaciones”, (Roa Bastos, 1960, 18).
En efecto, según Carlos Pujol, estos aforismos de Roa, pese a su naturaleza “sentenciosa y lapidaria, delatan la humildad del que sabe mucho y comprende muy bien que sólo puede transmitir aproximaciones intuitivas que cada lector habrá de completar por su cuenta, añadiendo al fulgor verbal e intelectual de lo que lee toda su experiencia; no son, pues, para decirlo castizamente, “verdades como puños”, sino más bien verdades como alas, que conducen volando adonde cual sea capaz de llegar. No son ninguna meta, sino impulsos para el vuelo.”, (R.B.Pujol, 12). Más adelante veremos que volvemos a encontrar la misma humildad en las diferentes ausencias del autor.
VII) Metatexto: escribir para un relector-creador
Escribir la escritura bien constituye el eje en torno del cual gira la obra roabastiana, pero el endotexto, y más aún el hipertexto, suponen de parte del lector cierta atención y una implicación cierta. Por una parte, porque como acabamos de verlo, el fruto de su lectura, el “genotexto”, (Kristeva), (Rodríguez), dependerá de sus capacidades y su grado de inclusión en ésta, y por otra parte, porque esta obra específica, abierta al otro, en un aluvión de pistas hipertextuales y endotextuales, requiere una concentración especial, la de un lector que como el internauta con los enlaces hipertextuales se vuelve “autor de su propia narración, dejando de ser sólo espectador, y da un nuevo significado a los contenidos.”, (Kuklinsky).
La lectura, de por sí hipertextual, está acorralada, uno debe, además de las habituales pérdidas de atención, avanzar o ir para atrás en la obra que está leyendo, en el conjunto de la obra, hacia otros textos no auctoriales, y por último, ya que es lector de un largo y permanente endotexto, debe interrogarase también a sí mismo sobre la escritura. Se lo convida de modo precioso al lector a que recree él mismo, “Façé vocé mesmo.”, diría Tom Zé, el histrión iconoclasta de Sao Paulo, al cual debo el título de mi artículo: “Juegos de armar”, (Zé, 2002).
Se produce entonces una interactividad inversa entre el texto y el lector, además de la multiplicidad de los horizontes de espera que se le propone, él mismo debe fusionar con la ficción, ser leído por sus personajes: “Delirio de la transparencia: el lector, olvidado del libro, se ve mirado y leído por los personajes.”, (Roa Bastos, 1996, [17], 33, Moi le Suprême).
El lector ideal, si se lo cree al autor de Yo el Supremo, tendría que integrarse de lleno en la ficción y volverse él mismo un personaje de la ficción: “Variedad resignada del afán de interpretación. No podría hacerla un crítico literario sino volviéndose todo él un ser imaginario y disolviéndose en la realidad de la ficción.”, ([18], 33, Yo el Supremo). Tendría que re-escribir interiormente un segundo libro, un “genotexto” fruto de un “fenotexto”, (Kristeva, Rodríguez), que constituye una verdadera invitación a la creación: “Un lector nato siempre lee dos libros a la vez: el que tiene en sus manos y el que re-escribe interiormente con su propia verdad al tiempo que lee. Un solo libro ambos, pero diferentes entre sí.”, [263], 70, Vigilia del Almirante).
Bien se nota, como ya lo apunté en otras ocasiones, que el lector modélico dista mucho de ser un crítico literario, incapaz de disolverse en ficción, sino más bien un lector ingenuo y distraído, que reconstruye otra ficción, la suya, durante sus pérdidas de atención, o cuando vuelve a pensarlo, o cuando lee de nuevo:
“Primero, conviene recordar, que esta voluntad de Roa de parapetarse tras varias instancias narradoras, personajes, compiladores, cuadernos, manuscritos o crónicas de otros, coincide con la época de la Nouvelle Critique, encabezada por Roland Barthes, que pronosticaba la muerte simbólica del autor y el nacimiento de un nuevo lector, tipo lector modélico a la Eco… Sin embargo, los Padres Fundadores de la semiótica textual de los setenta difieren en algo de Roa, mientras ellos inventan a un lector ideal, que lo suple al autor y reinventa en cada lectura la obra leída, a Roa le gustan más los “lectores ingenuos”, (Roa Bastos, Nota de Toulouse, 1960, 17), que “los críticos sesudos”, de ahí tal vez mi obsesión maniática y magnética por su obra…
Un lector que identifique los diferentes ecos de su “libro-rizoma”, (Courthès, 2006, b) y los conecte entre sí, pero que no pretenda reconstituir todos los estratos de los palimpsestos de Roa. Un lector a quien le encante, con toda humildad, entender que no lo ha entendido todo, igual que al autor, un lector que salga de la lectura con una parte velada en la mente, con interrogantes permanentes sobre el Hombre y la Escritura, un Hijo de Hombre que tenga sus dudas y sus culpas como en la vida real, que entrevea en la realidad abrumadora de su Palabra, lo que es la ficción: “Escribir es despegar la palabra de uno mismo. Cargar esa palabra que se va despegando de uno con todo lo de uno hasta ser lo de otro. Lo totalmente ajeno (….) Escribir no significa convertir lo real en palabras sino hacer que la palabra sea real.”, (Roa Bastos, 1974, 121). Un lector que con sus metatextos incautos vaya alimentando la obra suya sin pretensiones, y vaya creando sus propias ficciones, siendo simples hipertextos de su Maestro; un lector que requiere de un autor que escribe por el otro y lo involucra en su utópica vorágine…”, (Courthès, 2006 c, 119)
Roa re-escribe y varía hacia lo infinito un libro único y múltiple a la vez, el lector de lógica también ha de multiplicar les lecturas: “La comprensión de un libro es a veces retrospectiva; el tercer libro es el que el lector recuerda.”, (Roa Bastos, [265], 71, Vigilia del Almirante).
El lector modélico en Roa se vuelve pues creador, (Courthès, 2006, b, c), va fomentando con sus relecturas, nuevas versiones de la obra, re-escribe el libro e incluso al autor: “Hay un cuarto libro, el de las relecturas a lo largo del tiempo. Diferentes versiones de un solo libro que gira como un calidoscopio en torno a la imaginación del lector.”, (Roa Bastos, [265], 71, Vigilia del Almirante).
A la postre, el lector se vuelve creador y por ende el endotexto se torna exotexto, un nuevo texto fruto de las relecturas y de los genotextos de los lectores activos, (Courthès, 2006, g), (Orlando, 2007).
VIII) El Autor y el texto ausentes
Así como el lector se vuelve autor, el mismo autor es el lector de su obra, una sola vez, en el momento en que la escribe, pero sobre todo lo escriben el lector y por tanto la sociedad, la cual al mostrar sus carencias y deseos, lo constriñe al autor a que escriba el libro que no encuentra en ninguna parte y del que el lector va a adueñarse por la singularidad de sus lecturas: “Un autor no escribe cualquier libro. Escribe el que quiere leer y no encuentra en ninguna parte. Entonces el autor escribe y es escrito.”, (Roa Bastos, [260], 70, Vigilia del Almirante).
Es ésta la primera manifestación de su ausencia, la cual de modo paradójico se manifiesta por una mayor presencia del lector. A Roa le encantaba jugar con ello, por ejemplo, en el excelente documental de Hugo Félix Gamarra del 2002, El portón de los sueños, no declarará acaso, -con extremo júbilo interno-, refiriéndose a Hijo de hombre: “En una de estas obras que me atribuyen….”, provocando sin falta la risa de los espectadores que saben su capacidad chistosa de poner de realce la ausencia de un autor, extremadamente presente….
Como ya lo apuntamos en el capítulo anterior, este autor que se mantiene tras el telón del acto de creación coincide con los postulados de la Nouvelle Critique y en especial de Roland Barthes. Resulta que Roa, muy sencillamente, los pone a prueba del texto, dando al conjunto de su obra un carácter casi apócrifo, incluso si sigue apareciendo como autor en la tapa del libro. Bastará con recordar acá que desde Miguel Vera hasta Félix Moral, pasando por el Supremo, en una perspectiva cervantina, Roa dio la ilusión maravillosa de un personaje-narrador que escribe su propio libro, dejándole al autor la porción congrua, y dándole al relato este increíble aspecto de autonomía.
De ahí el aforismo siguiente: “Ningún autor que se precie puede escribir un libro propio. Si es honrado debe desaparecer por completo en lo escrito.”, (Roa Bastos, [143], 51, Yo el Supremo), y no tenemos por qué extrañarnos de encontrar esta cita en la obra mayor de Roa, de tanto que la abrumadora presencia del personaje oculta y “casi convierte en superflua la persona de su propio autor.”, (R.B.Pujol, 16).
Por este mecanismo, que sólo los mayores alcanzan, el autor olvidándose de su ego, ya no aparece sino en segundo plano, puesto que son el lector y sobre todo la ficción, quienes al emanciparse, están en el candelero. El autor hasta llega a afirmar que en esta desposesión de la obra que va padeciendo, de parte del lector y sus narradores, termina desconociéndola, e incluso queda sin entenderla. Su ficción ya no es suya, se vuelve la ficción múltiple de los otros: “El autor es quien menos conoce su obra. Si la conociera la hubiese escrito de otra manera o no la hubiera escrito.”, (Roa Bastos, [15], 32, Yo el Supremo).
Una ficción que casi siempre es el fruto de sucesivas destrucciones, selecciones y variaciones, que este libro de metaforismos tiene el mérito de revelar con toda claridad. En efecto, antes de su publicación, no se podía abarcar lo profundo del palimpsesto, ahora le bastará al lector ejercitado, -el cual en este proceso se perderá-, que compare los aforismos publicados con su fuente ficticia, en el caso de El fiscal y Vigilia del Almirante, la diferencia es abisal.
No son pues certidumbres lo que nos lega Roa sino más bien un verdadero enigma, qué son y de dónde salen aquellos metaforismos que nunca se habían publicado en ninguna parte? A qué obra secreta y subterránea pertenecen?
IX) Escribir el Hombre
Si la escritura y todos los datos conexos ocupan el centro de este librito, hay otra entrada que sobresale, el hombre, y más aún la mujer, desempeñan un papel muy relevante.
En efecto, ¿de qué o de quién nos hablan estos metaforismos? Pues de modo paradójico, para un autor que rechaza su estatuto, nos hablan del mismo autor, en este “espejo primordial”, (R.B. Pujol, 18), es su propia cara la que va perfilándose.
Carlos Pujol incluso sostiene que se trata de una especie de ficción, compuesta de un colage de ficciones, sin trabazón narrativa, que terminan formando un autorretrato: “Todo eso, que originariamente formaba parte de sus novelas, desgajado en “metaforismos”, compone un nuevo corpus que no tiene ilación narrativa, pero que en su totalidad dibuja la silueta del escritor, acaba por ser como una larguísima e indirecta metáfora de sí mismo.”, ( R.B.Pujol, 19).
Lo seguro desde un punto de vista pragmático es que el lector sin horizonte de espera definido, o confrontado con varios al mismo tiempo, tiende a destacar estos metaforismos de su semiotopos ficticio original, (Ezquerro, 24), hasta el Supremo pasa por el trapiche de esta re-lectura específica. Por último, frutos de textos ausentes o presentes, y organizados según su propia coherencia: ‘escribir-yo-hombre-mujer-vida-muerte-Dios’, sin retomar necesariamente la cronología de los diferentes hipotextos, crean nuevas interpretaciones al tejer entre sí nuevos enlaces. Otra vez, a uno le tocaría inventar un nuevo concepto para decir esta capacidad transfinita para provocar la re-lectura, y finalmente, golpe supremo, para tejer su propia imagen, -cuando hizo de la ausencia su poética-, en filigrana…
En este afán endotextual de la escritura, es a sí mismo a quien el autor está buscando y son fragmentos de verdad suya los que deja que trasluzcan: “El hombre más sensato y más virtuoso lo es sólo en apariencia gracias a las locuras menores que se permite en privado.”, ([52], 38, Yo el Supremo). También cuando nos habla de “un hombre de edad avanzada, (que) estaba habitado por una juventud clandestina que le permitía jugar furtivamente al Rey David con adolescentes quinceañeras…”, ([60], 39, Yo el Supremo). ¿No será en realidad una alusión al abuelo de Félix Moral, que aparece luego en El fiscal, (Roa Bastos, 1996, 16), bajo los rasgos de Ezequiel Gaspar, mediante la cual el autor, otra vez, nos hablará de él, o de sus pulsiones atávicas?
Empero, de seguro es cuando nos habla de la mujer que Roa nos habla más de él, sin duda porque fue una de las mayores preocupaciones de su vida, de “su no siempre dichosa experiencia humana”, (Roa Bastos, 1993, 26), tal como la de Félix Moral, el personaje-narrador más autobiográfico de su obra, (Courthès, 2006 e).
En cuanto al hombre, en su acepción filosófica, cada vez lo encuentra menos humano, hasta los hombres dominantes no son sino hombres, y no dioses, como a algunos les encantaría demostrarlo. Hallamos en este último metaforismo uno de los pilares de su obra entera, “la imagen del hombre”, (Courthès, 2006 e) ocupa ahí un lugar céntrico, confrontado con sus límites y con Dios en Hijo de hombre, con su propio ego y locuras del poder en Yo el Supremo, con la mujer en El fiscal: “Los hombres más hombres no son más que hombres, y éstos cada vez menos hombres.”, ([53], 38).
De la Escritura al Hombre, a no ser que resulte ser al revés, la trayectoria toda de la obra de Roa vuelve a surgir en esta última obrita, bajo las múltiples facetas metaforísticas de un talento literario sin igual, ni siquiera entre los mayores escritores latinoamericanos…
09 01 2007
XII) Bibliografía
Courthès, Eric.
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b) Lo transtextual en Roa Bastos, Asunción, Universidad Católica, CEADUC, Biblioteca de Estudios Paraguayos, Vol. 67, noviembre de 2006, 66p.
c) « El endotexto roabastiano », Asunción, Palabras, n°1, enero de 2006, pp. 114-120.
d) « La poética de la ausencia », Asunción, Última Hora, Correo Semanal, 29/01/06, 4-5.
e) “Una trilogía paraguaya tras otra”, Poitiers, CRLA de l’Université de Poitiers, Actes de la Jornada Roa Bastos du 14 janvier 2006, et à Asunción, Cátedra Libre Roa, Universidad Católica, en prensa en ambos casos, 2007?
f) L’insule paraguayenne, París, Le Manuscrit, marzo de 2006.
g) Le livre et autres délivres, París, Société des Ecrivains, marzo de 2006
h) “Augusto Roa Bastos: feminista en masculino», Asunción, Palabras n°2, julio de 2006, pp. 202-209.
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“Primer encuentro con Borges”, Asunción, Palabras escritas n° 2, julio de 2006, pp. 119-125.
Filmografía :
Courthès, Eric. Un país tras la lluvia, Saintes, Francia, documentaire, 26 minutos, sin difusión hasta hoy, 2001.
Gamarra, Hugo Félix. El portón de los sueños, Asunción, Fundación Cinemateca y Archivo Visual del Paraguay, 90 minutos, 2002.
Discografía:
Sosa, Omar. Prietos, Nueva York, OTA Records, 2001.
Zé, Tom. Jogos de armar; París, BMG France, 2002.
Universidad de París IV,
CRIMIC SAL,
La Sorbona
“Metaforismos”, juego de armar de la Escritura y del Hombre,
de Augusto Roa Bastos
I) Resumen:
Los Metaforismos que vamos a analizar constituyen un doble de la obra existente y ausente de Augusto Roa Bastos, proviniendo de un palimpsesto cuya extensión nadie hoy en día puede medir, y del cual ciertos estratos no han conocido la edición, tejiendo entre sí su propia coherencia interna, al destacarse de sus respectivas ficciones.
En aquel terreno pluritextual, -tan polifónico como el tema Elegguá de Omar Sosa-, (Sosa, 2001), Roa nos enseña a jugar a volver a construir su obra, (Zé, 2002) y sobre todo su pensamiento, a partir de metáforas aforísticas, habitadas también por la trascendencia del lenguaje y de tres ejes dominantes: la Escritura, el Hombre y la Mujer, y el Amor…Para estos últimos dos puntos, véase mi reciente artículo de Palabras Escritas, (Courthès, 2006 h).
Y entonces, el texto que vamos tejiendo nosotros mismos, el genotexto, deja entrever algunas zonas de significado, a partir de las cuales se puede apreciar su genio de la escritura endotextual, su extraña poética de la ausencia y su innegable dimensión filosófica.
En todo caso, aquellos juegos de armar de la escritura y del amor, en un punto se tocan, la alteridad, sin la percepción exacta y apasionada del otro, sea texto o ser humano, no existimos, o entonces muy parcialmente, John Fante en su tiempo ya lo acertó: “Para escribir hay que amar y para amar hay que comprender.”, (Fante, 2002, 142).
II) Introducción
Primero, debemos confesar que habíamos excluído de nuestros recientes estudios sobre la transtextualidad en la obra de Roa Bastos, (Courthès, 2006, a, b, c, d, e), Metaforismos, la última obra publicada por al autor solito, en efecto, después de 1997, Roa sólo publicó obras colectivas, (Roa Bastos, 2001), (Maciel, 2002).
Y esta lectura posterior a los artículos y ensayos ya mencionados no pudo sino agudizar nuestra visión del texto roabastiano, rico en intertextualidad, hipertextualidad y sobre todo endotextualidad. De hecho, este librito de metáforas aforísticas vuelve a decir la obra entera en filigrana e incluso la obra ausente, no faltan en efecto los borradores u obras acabadas que Roa nunca publicó, y que han sido elegidos por el autor para completar estos pensamientos breves y complejos. Roa afirma de antemano en la tapa lo endotextual de esta obra, sacada de su propia obra, presente o ausente: “ Esta selección está entresacada de algunas de mis obras que se mencionan aquí por orden cronológico; de borradores inacabados o destruidos; también de cuadernos de apuntes y de cartas con amigos lejanos…”, (Roa Bastos, 1996, tapa)
Los Metaforismos no sólo dicen una Escritura que se mira y se analiza, sino que también constituyen una profunda reflexión sobre él mismo, el Hombre y la Mujer, y el Amor, para sólo mencionar los ejes más relevantes, en esta obrita más bien ignorada por la crítica, pese a su innegable carácter de confesiones últimas e intimas…
II) Marco teórico de la transtextualidad
Como ya lo hicimos en nuestros estudios anteriores de semiótica textual ya citados, nos parece importante distinguir, y hasta cuestionar, los habituales conceptos de semiótica sacados habitualmente de Julia Kristeva y Gérard Genette, (Genette, 7-18). Primero porque las nociones de intertextualidad e hipertextualidad tienden a sobreponerse en la crítica actual, y luego porque la hipertextualidad, tal como Genette la define, no diferencia la naturaleza de “la operación transformativa”, (Genette, 14) que forzosamente separa un hipertexto auctorial, muy presente en la obra de Roa, de un hipertexto alógrafo.
Por último, porque en el caso de don Augusto, la interrogación sobre el texto de por sí, la Escritura de la Escritura, de un texto que se pone en escena y se genera a sí mismo, es tal, que la categoría de hipertexto auctorial tampoco alcanza. Y ello sin tener en cuenta las rupturas metadiegéticas, muy numerosas en la obra de Roa, las cuales tampoco pueden entrar en el cajón de sastre de la hipertextualidad.
Pues pongamos para la primera categoría el término de endotextualidad, (Courthès, 2006 c, 115-120), y para la última, tratándose del mismo texto en realidad, puesto en abismos sucesivos, -y dado que no se recurre a otro texto, del autor o no-, bastarán las conocidas categorías de metadiégesis o metadiscursos.
Por lo tanto, tal como lo sugiere Genette, acudiendo a Kristeva el intertexto será la cita, el plagio o la alusión a otro autor, el hipertexto auctorial, la presencia, con transformación o no, de un texto anterior o posterior del autor, el hipertexto alógrafo, la recreación de un texto de otro autor, y por fin el endotexto, una reflexión sobre el texto que estamos leyendo o más generalmente sobre la escritura.
Bien notamos ahora que todas estas categorías no dicen la misma realidad, incluso podemos afirmar que no bastan para decir todas las transmutaciones del texto, sobre todo en Roa Bastos.
IV) Presencia de los conceptos de transtextualidad y definición de metaforismos
En este librito de pensamientos breves, y muchas veces humorísticos, que nos toca analizar, la intertextualidad aparece claramente en el excelente índice temático de Carlos Pujol, todos los grandes escritores están, generalmente citados. A excepción de don Miguel de Cervantes, cuya obra es a menudo comentada, y que ocupa solito seis entradas, el récord en la serie de los literatos, en la cual se puede mencionar también a Nietzche desde luego, Blaise Pascal, Borges y Quevedo, por si tuviéramos que establecer una lista de los pensadores “premiados” por Roa.
El mismísimo Cioran, sin lugar a duda el Maestro del aforismo, sólo aparece una vez, y el mencionar a aquel autor nos permitirá de antemano diferenciar los aforismos del Maestro rumano-francés de los de Roa. El cual, al publicar al final de su carrera literaria, este libro de aforismos, se igualaba con los mayores, tal como Cervantes con Flor de aforismos peregrinos, o Proust y Oscar Wilde, y ello sin tener en cuenta los filosófos, quienes tal como Schopenhauer, Voltaire o Nietzsche se pusieron a escribir también, al final de su vida, su recueil de pensamientos breves y densos.
De hecho, por una parte, Cioran era un especialista del pensamiento negro y conciso, no un autor de ficciones, mientras que Roa nos propicia este libro al final de su trayectoria literaria, sumiéndose de nuevo en su propia obra, otra vez resulta ser una señal notable de hipertextualidad auctorial.
Por otra, la puesta en recueil de estos aforismos que pre-existen a la obra de por sí, y que dan de ella al menos una segunda visión, constituye un planeamiento hipertextual, cuanto más enigmático que recurre a numerosos aforismos nunca publicados y por tanto a ficciones ausentes. Pero qué importa, dado que se escribe una sola historia y en este ámbito, la demostración de Roa fue de las más convincentes: “Por muchas vueltas que se dé a las palabras siempre se escribe la misma historia.”, (Roa Bastos, 1996, [529], 111, A contravida).
Pero lo que llevará más tiempo en este estudio, es nuestra dedicación al endotexto, en efecto, tal como lo sugiere acertadamente Carlos Pujol, es sin sorpresas la palabra “escribir”, sin registrar todos sus corolarios, la que representa más entradas en la obra, 35 en total, lo que justifica que se la haya elegido como temática central de esta primera parte.
Son cinco obras de Roa las que entran en este libro, en el orden de publicación: Yo el Supremo, Vigilia del Almirante, El fiscal, A contravida y por fin Madama Sui, resulta extraño que Roa excluyera de la serie Hijo de hombre, obra en la cual ya menudean las reflexiones sobre la escritura. Hasta podemos plantear que los endotextos de Miguel Vera en Relegados sobre todo, en el capítulo VII, contienen en cierne todos los demás. ¿Será necesario recordar la fuerza comunicativa de esta cita sobre la utopía de la escritura, del genial narrador-escribiente de la obra?
“Viejo vicio, éste de la escritura. Círculo vicioso que se vuelve virtuoso cuando se cierra hacia afuera. Una manera de huir del no-lugar hacia el espacio estable de los signos; una manera de buscar el lugar que se llevó nuestro lugar a otro lugar. ¿Y no es éste acaso el verdadero sentido de lo utópico? La utopía del Hijo Pródigo regresando al hogar que ya no existe; la de los desterrados, exiliados y confinados que ansían volver al sitio de donde fueron arrancados y saben que aunque retornen a ese lugar ya no será jamás el suyo. El hombre mismo es, pues la utopía perfecta. Para escapar de ella se hacen viajes, está uno siempre yéndose hacia cualquier parte, huyendo hacia atrás o hacia delante, cada vez más lejos.” (Roa Bastos, 1960, 257)
La reflexión sobre la escritura es pues permanente en Roa Bastos, y la larga serie de aforismos tratando el tema trasciende todas sus obras, e incluso desemboca en una nueva obra, fruto de la compilación de todos estos aforismos. Incluso se sabe que esta obsesión tardía por las máximas breves y metafóricas no se había cumplido en la obra que nos interesa.
De hecho, en el documental que le dediqué en 2001, Un país tras la lluvia, me dijo que preparaba otra serie de aforismos partiendo de la cultura guaraní, en la que el aforismo, el né’ engá, se suele usar mucho, con una gran carga metafórica. En efecto, Roa, en esta entrevista que me dio en septiembre de 2000, así lo define magistralmente: “la sombra de la palabra”, a partir de su etimología: ñéé: ‘lengua, palabra’, y ta’angá: ‘sombra’…Pues “ la sombra” de las Palabras a Roa le habría gustado ir, a los márgenes de los significantes y significados, aún más lejos…
Por último, en una entrevista de junio de 2003, incluso afirmó que daba el último retoque a una serie de mil aforismos titulados Proverbios rebeldes, y a su gran novela inconclusa Un país detrás de la lluvia:
“- ¿Qué libro está escribiendo actualmente? Nos puede adelantar algo?”
“- En realidad, trabajo en dos obras al mismo tiempo. Por un lado, estoy terminando de pulir una serie de mil aforismos (ésa sería la meta) como pensamientos muy condensados. Quiero que el libro se llame Proverbios rebeldes, mas me falta aumentar una buena porción de aforismos, frases y pensamientos. Afortunadamente, Alejandro Maciel me está ayudando en la selección, porque en Vigilia se me escaparon unos cuantos en la primera versión. No sé si alguien, alguna vez, leerá los mil, pero como usted sabe, la esperanza es lo último que se pierde…Por otra parte, estoy terminando esta especie de plan general que requiere una obra antes de su ejecución final. Se trata de una novela que me atormenta, con un título brumoso: Un país detrás de la lluvia. De niño, en Iturbe, que es el poblado del interior donde crecí, admiraba el paisaje en los días de lluvia, y este velo tenue de la lluvia que se interponía entre mi veranda y el campo lo tornaba incierto, distante, intangible. Así lo veo a mi país: detrás de una cortina que a veces lo recorta y otras veces lo asfixia. Y el sujeto queda esperando la luz del sol que inexorablemente vendrá a librarnos de esa pesadilla de no reconocernos unos a otros. En la historia hay una niña. Los ojos llenos de sueño de una niña, que va construyendo algo que sin embargo, no existe en el presente.”, (Giron, 2-3).
No obstante, antes de que tratemos lo del endotexto en Roa, conviene definir el término de “Metaforismos”, dado que van a ser objeto casi exclusivo de nuestro estudio, y ninguno, sino el mismo autor, creador de este neologismo, podía hacerlo:
“ Metáfora y aforismo, entrelazados en metaforismos, tejen la condensación de un pensamiento breve, conciso, lacónico, catártico, de ojos afacetados; que permite registrar la realidad del mundo y del ser humano simultáneamente desde todos los ángulos y para todos los tiempos.”, (Roa Bastos, 1996, [376], 88, El fiscal).
Además, tal como lo señala en el metaforismo anterior, la metáfora de por sí “crea una nueva realidad a partir de la cual la original se nos aparece como irreal.”, ([375], 88). Pues podemos afirmar que vamos a analizar pensamientos breves, no desprovistos de humor a veces, que desembocan en otra visión de lo real, y desde luego, van mucho más allá de un simple juego hipertextual o endotextual sobre la escritura, por su polisemia natural.
V) Hipertexto: escribir un solo libro
En efecto, incluso si según Carlos Pujol, “ Roa Bastos centra sus “metaforismos” en el quehacer del escritor”, (R.B. Pujol, 1996, 15), hasta si el acto de escritura es “el espejo primordial”, (18), en el cual se refleja el autor, -que sólo “engendra su semejante”, De Cervantes, 1986, 9), los metaforismos de por su carácter de exploraciones intelectuales, matizadas por la ironía y el humor, son primero interrogaciones sobre el lenguaje, sobre la capacidad o la incapacidad de las palabras para decir nuevas realidades, condensando los significantes y metaforizando en extremo los significados, (Courthès, 2006 b).
Es aquella una vieja idea de Roa, que ya aparece en Yo el Supremo, “Tendría que haber en nuestra lenguaje palabras que tengan voz. Espacio libre. Su propia memoria. Palabras que subsistan solas, que lleven su lugar consigo. Un espacio donde esa palabra suceda igual que un hecho.”, (Roa Bastos, 1996, [42], 36, Yo el Supremo).
Sin embargo lo insuficiente del lenguaje se transparenta en el metaforismo siguiente, lo que importa no son las palabras, en todo caso tal como las conocemos, con su carácter arbitrario, sino en realidad los hechos, en un relato que se generaría a sí mismo, en total autonomía, de ahí el concepto de endotexto creado en esta ocasión: “El relato no hace más que relatarse a sí mismo. Lo importante no son las palabras, sino los hechos que no están en las palabras y que precisamente rechazan las palabras.”, ([530], 111, A contravida).
El metaforismo sería pues al mismo tiempo un autorretrato del autor, y además las palabras que contiene, de por su fuerza metafórica, vendrían a cuestionar el carácter arbitrario del signo, en un texto único que se miraría y generaría a sí mismo.
Esta nueva realidad, creada por la palabra, se nos impondría a todos, incluso a la historia: “Escribir no significa convertir lo real en palabras, sino hacer que la palabra sea real.”, ([7], 31, Yo el Supremo), al liberar el lenguaje de todas sus escorias artificiales, un nuevo lenguaje factual nacería.
Esta verdadera poética de la escritura, vista como una utopía real, en perpetua reconstrucción, les podría parecer arrogante e incluso presuntuosa a algunos. Pero cuando el lector ejercitado se sobresalta en cada página, frente a tanta hipertextualidad y endotextualidad, cuando descubre que en la obra que nos toca, -como si el enigma sólo nos fuera revelada al final-, todo lo que suputaba en esta materia, de repente se pone más claro, no puede sino alabar, de modo objetivo, esta hazaña hipertextual, que lo lleva a cada rato al lector hacia nuevos horizontes, hacia el universo transfinito de “la poética de las variaciones”, (Roa Bastos, 1960, 18).
En efecto, según Carlos Pujol, estos aforismos de Roa, pese a su naturaleza “sentenciosa y lapidaria, delatan la humildad del que sabe mucho y comprende muy bien que sólo puede transmitir aproximaciones intuitivas que cada lector habrá de completar por su cuenta, añadiendo al fulgor verbal e intelectual de lo que lee toda su experiencia; no son, pues, para decirlo castizamente, “verdades como puños”, sino más bien verdades como alas, que conducen volando adonde cual sea capaz de llegar. No son ninguna meta, sino impulsos para el vuelo.”, (R.B.Pujol, 12). Más adelante veremos que volvemos a encontrar la misma humildad en las diferentes ausencias del autor.
VII) Metatexto: escribir para un relector-creador
Escribir la escritura bien constituye el eje en torno del cual gira la obra roabastiana, pero el endotexto, y más aún el hipertexto, suponen de parte del lector cierta atención y una implicación cierta. Por una parte, porque como acabamos de verlo, el fruto de su lectura, el “genotexto”, (Kristeva), (Rodríguez), dependerá de sus capacidades y su grado de inclusión en ésta, y por otra parte, porque esta obra específica, abierta al otro, en un aluvión de pistas hipertextuales y endotextuales, requiere una concentración especial, la de un lector que como el internauta con los enlaces hipertextuales se vuelve “autor de su propia narración, dejando de ser sólo espectador, y da un nuevo significado a los contenidos.”, (Kuklinsky).
La lectura, de por sí hipertextual, está acorralada, uno debe, además de las habituales pérdidas de atención, avanzar o ir para atrás en la obra que está leyendo, en el conjunto de la obra, hacia otros textos no auctoriales, y por último, ya que es lector de un largo y permanente endotexto, debe interrogarase también a sí mismo sobre la escritura. Se lo convida de modo precioso al lector a que recree él mismo, “Façé vocé mesmo.”, diría Tom Zé, el histrión iconoclasta de Sao Paulo, al cual debo el título de mi artículo: “Juegos de armar”, (Zé, 2002).
Se produce entonces una interactividad inversa entre el texto y el lector, además de la multiplicidad de los horizontes de espera que se le propone, él mismo debe fusionar con la ficción, ser leído por sus personajes: “Delirio de la transparencia: el lector, olvidado del libro, se ve mirado y leído por los personajes.”, (Roa Bastos, 1996, [17], 33, Moi le Suprême).
El lector ideal, si se lo cree al autor de Yo el Supremo, tendría que integrarse de lleno en la ficción y volverse él mismo un personaje de la ficción: “Variedad resignada del afán de interpretación. No podría hacerla un crítico literario sino volviéndose todo él un ser imaginario y disolviéndose en la realidad de la ficción.”, ([18], 33, Yo el Supremo). Tendría que re-escribir interiormente un segundo libro, un “genotexto” fruto de un “fenotexto”, (Kristeva, Rodríguez), que constituye una verdadera invitación a la creación: “Un lector nato siempre lee dos libros a la vez: el que tiene en sus manos y el que re-escribe interiormente con su propia verdad al tiempo que lee. Un solo libro ambos, pero diferentes entre sí.”, [263], 70, Vigilia del Almirante).
Bien se nota, como ya lo apunté en otras ocasiones, que el lector modélico dista mucho de ser un crítico literario, incapaz de disolverse en ficción, sino más bien un lector ingenuo y distraído, que reconstruye otra ficción, la suya, durante sus pérdidas de atención, o cuando vuelve a pensarlo, o cuando lee de nuevo:
“Primero, conviene recordar, que esta voluntad de Roa de parapetarse tras varias instancias narradoras, personajes, compiladores, cuadernos, manuscritos o crónicas de otros, coincide con la época de la Nouvelle Critique, encabezada por Roland Barthes, que pronosticaba la muerte simbólica del autor y el nacimiento de un nuevo lector, tipo lector modélico a la Eco… Sin embargo, los Padres Fundadores de la semiótica textual de los setenta difieren en algo de Roa, mientras ellos inventan a un lector ideal, que lo suple al autor y reinventa en cada lectura la obra leída, a Roa le gustan más los “lectores ingenuos”, (Roa Bastos, Nota de Toulouse, 1960, 17), que “los críticos sesudos”, de ahí tal vez mi obsesión maniática y magnética por su obra…
Un lector que identifique los diferentes ecos de su “libro-rizoma”, (Courthès, 2006, b) y los conecte entre sí, pero que no pretenda reconstituir todos los estratos de los palimpsestos de Roa. Un lector a quien le encante, con toda humildad, entender que no lo ha entendido todo, igual que al autor, un lector que salga de la lectura con una parte velada en la mente, con interrogantes permanentes sobre el Hombre y la Escritura, un Hijo de Hombre que tenga sus dudas y sus culpas como en la vida real, que entrevea en la realidad abrumadora de su Palabra, lo que es la ficción: “Escribir es despegar la palabra de uno mismo. Cargar esa palabra que se va despegando de uno con todo lo de uno hasta ser lo de otro. Lo totalmente ajeno (….) Escribir no significa convertir lo real en palabras sino hacer que la palabra sea real.”, (Roa Bastos, 1974, 121). Un lector que con sus metatextos incautos vaya alimentando la obra suya sin pretensiones, y vaya creando sus propias ficciones, siendo simples hipertextos de su Maestro; un lector que requiere de un autor que escribe por el otro y lo involucra en su utópica vorágine…”, (Courthès, 2006 c, 119)
Roa re-escribe y varía hacia lo infinito un libro único y múltiple a la vez, el lector de lógica también ha de multiplicar les lecturas: “La comprensión de un libro es a veces retrospectiva; el tercer libro es el que el lector recuerda.”, (Roa Bastos, [265], 71, Vigilia del Almirante).
El lector modélico en Roa se vuelve pues creador, (Courthès, 2006, b, c), va fomentando con sus relecturas, nuevas versiones de la obra, re-escribe el libro e incluso al autor: “Hay un cuarto libro, el de las relecturas a lo largo del tiempo. Diferentes versiones de un solo libro que gira como un calidoscopio en torno a la imaginación del lector.”, (Roa Bastos, [265], 71, Vigilia del Almirante).
A la postre, el lector se vuelve creador y por ende el endotexto se torna exotexto, un nuevo texto fruto de las relecturas y de los genotextos de los lectores activos, (Courthès, 2006, g), (Orlando, 2007).
VIII) El Autor y el texto ausentes
Así como el lector se vuelve autor, el mismo autor es el lector de su obra, una sola vez, en el momento en que la escribe, pero sobre todo lo escriben el lector y por tanto la sociedad, la cual al mostrar sus carencias y deseos, lo constriñe al autor a que escriba el libro que no encuentra en ninguna parte y del que el lector va a adueñarse por la singularidad de sus lecturas: “Un autor no escribe cualquier libro. Escribe el que quiere leer y no encuentra en ninguna parte. Entonces el autor escribe y es escrito.”, (Roa Bastos, [260], 70, Vigilia del Almirante).
Es ésta la primera manifestación de su ausencia, la cual de modo paradójico se manifiesta por una mayor presencia del lector. A Roa le encantaba jugar con ello, por ejemplo, en el excelente documental de Hugo Félix Gamarra del 2002, El portón de los sueños, no declarará acaso, -con extremo júbilo interno-, refiriéndose a Hijo de hombre: “En una de estas obras que me atribuyen….”, provocando sin falta la risa de los espectadores que saben su capacidad chistosa de poner de realce la ausencia de un autor, extremadamente presente….
Como ya lo apuntamos en el capítulo anterior, este autor que se mantiene tras el telón del acto de creación coincide con los postulados de la Nouvelle Critique y en especial de Roland Barthes. Resulta que Roa, muy sencillamente, los pone a prueba del texto, dando al conjunto de su obra un carácter casi apócrifo, incluso si sigue apareciendo como autor en la tapa del libro. Bastará con recordar acá que desde Miguel Vera hasta Félix Moral, pasando por el Supremo, en una perspectiva cervantina, Roa dio la ilusión maravillosa de un personaje-narrador que escribe su propio libro, dejándole al autor la porción congrua, y dándole al relato este increíble aspecto de autonomía.
De ahí el aforismo siguiente: “Ningún autor que se precie puede escribir un libro propio. Si es honrado debe desaparecer por completo en lo escrito.”, (Roa Bastos, [143], 51, Yo el Supremo), y no tenemos por qué extrañarnos de encontrar esta cita en la obra mayor de Roa, de tanto que la abrumadora presencia del personaje oculta y “casi convierte en superflua la persona de su propio autor.”, (R.B.Pujol, 16).
Por este mecanismo, que sólo los mayores alcanzan, el autor olvidándose de su ego, ya no aparece sino en segundo plano, puesto que son el lector y sobre todo la ficción, quienes al emanciparse, están en el candelero. El autor hasta llega a afirmar que en esta desposesión de la obra que va padeciendo, de parte del lector y sus narradores, termina desconociéndola, e incluso queda sin entenderla. Su ficción ya no es suya, se vuelve la ficción múltiple de los otros: “El autor es quien menos conoce su obra. Si la conociera la hubiese escrito de otra manera o no la hubiera escrito.”, (Roa Bastos, [15], 32, Yo el Supremo).
Una ficción que casi siempre es el fruto de sucesivas destrucciones, selecciones y variaciones, que este libro de metaforismos tiene el mérito de revelar con toda claridad. En efecto, antes de su publicación, no se podía abarcar lo profundo del palimpsesto, ahora le bastará al lector ejercitado, -el cual en este proceso se perderá-, que compare los aforismos publicados con su fuente ficticia, en el caso de El fiscal y Vigilia del Almirante, la diferencia es abisal.
No son pues certidumbres lo que nos lega Roa sino más bien un verdadero enigma, qué son y de dónde salen aquellos metaforismos que nunca se habían publicado en ninguna parte? A qué obra secreta y subterránea pertenecen?
IX) Escribir el Hombre
Si la escritura y todos los datos conexos ocupan el centro de este librito, hay otra entrada que sobresale, el hombre, y más aún la mujer, desempeñan un papel muy relevante.
En efecto, ¿de qué o de quién nos hablan estos metaforismos? Pues de modo paradójico, para un autor que rechaza su estatuto, nos hablan del mismo autor, en este “espejo primordial”, (R.B. Pujol, 18), es su propia cara la que va perfilándose.
Carlos Pujol incluso sostiene que se trata de una especie de ficción, compuesta de un colage de ficciones, sin trabazón narrativa, que terminan formando un autorretrato: “Todo eso, que originariamente formaba parte de sus novelas, desgajado en “metaforismos”, compone un nuevo corpus que no tiene ilación narrativa, pero que en su totalidad dibuja la silueta del escritor, acaba por ser como una larguísima e indirecta metáfora de sí mismo.”, ( R.B.Pujol, 19).
Lo seguro desde un punto de vista pragmático es que el lector sin horizonte de espera definido, o confrontado con varios al mismo tiempo, tiende a destacar estos metaforismos de su semiotopos ficticio original, (Ezquerro, 24), hasta el Supremo pasa por el trapiche de esta re-lectura específica. Por último, frutos de textos ausentes o presentes, y organizados según su propia coherencia: ‘escribir-yo-hombre-mujer-vida-muerte-Dios’, sin retomar necesariamente la cronología de los diferentes hipotextos, crean nuevas interpretaciones al tejer entre sí nuevos enlaces. Otra vez, a uno le tocaría inventar un nuevo concepto para decir esta capacidad transfinita para provocar la re-lectura, y finalmente, golpe supremo, para tejer su propia imagen, -cuando hizo de la ausencia su poética-, en filigrana…
En este afán endotextual de la escritura, es a sí mismo a quien el autor está buscando y son fragmentos de verdad suya los que deja que trasluzcan: “El hombre más sensato y más virtuoso lo es sólo en apariencia gracias a las locuras menores que se permite en privado.”, ([52], 38, Yo el Supremo). También cuando nos habla de “un hombre de edad avanzada, (que) estaba habitado por una juventud clandestina que le permitía jugar furtivamente al Rey David con adolescentes quinceañeras…”, ([60], 39, Yo el Supremo). ¿No será en realidad una alusión al abuelo de Félix Moral, que aparece luego en El fiscal, (Roa Bastos, 1996, 16), bajo los rasgos de Ezequiel Gaspar, mediante la cual el autor, otra vez, nos hablará de él, o de sus pulsiones atávicas?
Empero, de seguro es cuando nos habla de la mujer que Roa nos habla más de él, sin duda porque fue una de las mayores preocupaciones de su vida, de “su no siempre dichosa experiencia humana”, (Roa Bastos, 1993, 26), tal como la de Félix Moral, el personaje-narrador más autobiográfico de su obra, (Courthès, 2006 e).
En cuanto al hombre, en su acepción filosófica, cada vez lo encuentra menos humano, hasta los hombres dominantes no son sino hombres, y no dioses, como a algunos les encantaría demostrarlo. Hallamos en este último metaforismo uno de los pilares de su obra entera, “la imagen del hombre”, (Courthès, 2006 e) ocupa ahí un lugar céntrico, confrontado con sus límites y con Dios en Hijo de hombre, con su propio ego y locuras del poder en Yo el Supremo, con la mujer en El fiscal: “Los hombres más hombres no son más que hombres, y éstos cada vez menos hombres.”, ([53], 38).
De la Escritura al Hombre, a no ser que resulte ser al revés, la trayectoria toda de la obra de Roa vuelve a surgir en esta última obrita, bajo las múltiples facetas metaforísticas de un talento literario sin igual, ni siquiera entre los mayores escritores latinoamericanos…
09 01 2007
XII) Bibliografía
Courthès, Eric.
La ínsula paraguaya, Asunción, Universidad Católica, CEADUC, Biblioteca de Antropología Paraguaya, Vol. 49, abril de 2005, 88p.
a) « Le texte et ses liens dans quelques œuvres de Roa Bastos », París, Universidad de París IV La Sorbona, Cahiers du CRIMIC SAL, en prensa, 2007?
b) Lo transtextual en Roa Bastos, Asunción, Universidad Católica, CEADUC, Biblioteca de Estudios Paraguayos, Vol. 67, noviembre de 2006, 66p.
c) « El endotexto roabastiano », Asunción, Palabras, n°1, enero de 2006, pp. 114-120.
d) « La poética de la ausencia », Asunción, Última Hora, Correo Semanal, 29/01/06, 4-5.
e) “Una trilogía paraguaya tras otra”, Poitiers, CRLA de l’Université de Poitiers, Actes de la Jornada Roa Bastos du 14 janvier 2006, et à Asunción, Cátedra Libre Roa, Universidad Católica, en prensa en ambos casos, 2007?
f) L’insule paraguayenne, París, Le Manuscrit, marzo de 2006.
g) Le livre et autres délivres, París, Société des Ecrivains, marzo de 2006
h) “Augusto Roa Bastos: feminista en masculino», Asunción, Palabras n°2, julio de 2006, pp. 202-209.
De Cervantes, Miguel. El ingenioso Hidalgo don Quijote de La Mancha, Madrid, Espasa-Calpe, Colección Austral, 1986.
Fante, John.
Demande à la poussière, París, Christian Bourgois, 1990, (1939).
Mon chien stupide, París, 10/18, 2002.
Genette, Gérard. Palimpsestes, La littérature au second degré, París, Editions du Seuil, Points Essais, 1982.
Giron, Luis Antonio. « Entrevista exclusiva com o escritor Augusto Roa Bastos”, Sao Paulo, Epoca, n°270, julio de 2003, http://giron.blogspot.com/2004_06_20_giron_archive.html
Maciel, Alejandro. El trueno entre las páginas, (diálogos entre Augusto Roa Bastos y Alejandro Maciel), Asunción, Intercontinental Editora, 2002.
Roa Bastos, Augusto.
« Le trou dans le texte (ou les pièges du sujet dans l’histoire, dans la fiction, et dans la critique littéraire) », conférence inédite, 1995?
Yo el Supremo, Madrid, Cátedra, Letras Hispánicas, 1974, (1987).
El fiscal, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1993.
Metaforismos, Barcelona, Edhasa, 1996, (introducción e índice temático de Carlos Pujol).
Los Conjurados del Quilombo del Gran Chaco, con Alejandro Maciel, Omar Prego Gadea,
Eric Nepomuceno, Buenos Aires, Alfaguara, 2001.
Rodríguez, Jaime Alejandro, “Hipertexto y literatura: una batalla por el signo en tiempos modernos”, http://javeriana.edu.co/Facultades/C_Sociales_virtual/publicaciones/hipertxt-lit/hipertexto_fcs.html
Orlando, Carolina, Memorias de escritor, Asunción, Universidad Católica, Bibloteca de Estudios Paraguayos, Vol. n°, 2007?
“Primer encuentro con Borges”, Asunción, Palabras escritas n° 2, julio de 2006, pp. 119-125.
Filmografía :
Courthès, Eric. Un país tras la lluvia, Saintes, Francia, documentaire, 26 minutos, sin difusión hasta hoy, 2001.
Gamarra, Hugo Félix. El portón de los sueños, Asunción, Fundación Cinemateca y Archivo Visual del Paraguay, 90 minutos, 2002.
Discografía:
Sosa, Omar. Prietos, Nueva York, OTA Records, 2001.
Zé, Tom. Jogos de armar; París, BMG France, 2002.
2 commentaires:
Muchas gracias por este material, me ha sido de gran ayuda. Saludos
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