vendredi 15 mai 2009

" Yo el Supremo", ilustrado por Carlos Meyer, Asunción, ABC COLOR


Roa Bastos
ilustrado
FASCÍCULO 47
ADAPTACIÓN E ILUSTRACIÓN:
CARLOS MEYER SALDÍVAR cmeyer@abc.com.py
Cansado El Supremo de la la corruptela e indisciplina de sus jefes de destacamentos y guarniciones
más dados a aceptar sobornos y hacer la vista gorda a los contrabandos que cumplir con sus
deberes, ordenó a sus subordinados reprimir severamente las faltas con proceso sumarisimo, en el
mismo lugar en donde se encuentren los infractores, estos deberan ser fusilados y si así no lo hiciera
el ajusticiado sería el propio comandante encargado de cumplir la orden-sentencia. (Nota del Adaptador)
No pido a mis hombres que obren siempre con la máquina del acierto.
Con ser
comandante de fronteras, te has apocado, sobrecogido en un vano temor, sin motivo,
sin necesidad, sin hacer nada. Esto es falta de energía, de disposición de ánimo, y así
poco es lo que se puede esperar de ti. No salgas con la evasión de aguardar órdenes.
Todo comandante, a cualquier rumor o indicio de enemigos, tiene la obligación de
prevenir las defensas que están a su arbitrio. Lo que no le impide esperar órdenes si las
circunstancias dan tiempo y lugar.
A PRETEXTO DE NO TENER ÓRDENES NO DEBE DESORDENARSE TODO. PONERTE EN ESTADO
DE DEFENSA TENIENDO EL CÓMO Y EL CONQUE, ES LO MENOS QUE DEBÍAS HABER OBRADO.
ROA BASTOS ilustrado
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Cuando en una batalla se combate con especial empeño por la posición de una capilla o de
una plaza determinada, debe lucharse por ella como si se tratara del más importante santuario
nacional, aunque tales objetivos tengan en ese momento un valor puramente táctico, y quizás
sólo para esa batalla. Tú has estado sobrado de fuerzas para mandar efectivos de hasta cinco
mil hombres a Santo Tomé, con buena artillería, sumadas las tropas de reserva en infantería y
caballería, más dos escuadrones escogidos de lanceros. Has podido hacer de esta sección el
comienzo de una verdadera
campaña militar en resguardo de nuestras fronteras, y llegado el
caso, convertirla en una cruzada de largo alcance con vistas a extender y asegurar
el dominio
de los ríos hasta el mar océano contra las hordas de salvajes y gobiernos de pega que estorban
nuestro derecho a la libre navegación de los ríos, agravian nuestra soberbia e impiden el ejercicio
de nuestro comercio exterior.
Debido a barrumbadas como la tuya, esos salvajes enemigos andan con sus frívolas habladurías.
Reputan a los paraguayos por gente simple,
poco patriota, y así fácil de ser embaucada, alucinada
con cualquier cosa, hasta con el brillo de espejuelos, tal como hacían los españoles para
embaucar y alucinar a los indios. No hablarían esos mierdas si el Supremo Dictador del
Paraguay tuviera
un militar digno de su mando y del honor de la República. Un militar, no un
asno, instruido en el arte de hacer la guerra. Capaz de ir en calidad de general aunque no fuese
más que sargento, a lo sumo capitán, para arrasar Corrientes y la Bajada, en pago y castigo de
sus ladronicidios, depredaciones y burlas.
YO EL SUPREMO
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La buena tropa, pero sobre todo los buenos jefes, tienen
otro espíritu,
otra energía, otra resolución. El fuego de la
patria les arde en la sangre,
les impide mostrar la espalda
al enemigo, azolvar sus armas. En cada jefe, en cada
soldado viaja la patria entera. Viendo que los enemigos
insultan, les caen sobre ellos al unísono y los
hacen polvo. Pero los soldados al mando de militares
timoratos tienen la sangre helada. Todo lo miran
con indiferencia. Si a los jefes nada les importa,
qué puede importarle a la tropa. Por tu culpa, mi
estimado comandante es-capado, me he visto obligado
a cerrar el campamento del Salto, no fuera que
también por ahí anduviésemos a salto de mata con
gente tan cumplida para la fuga. He puesto candado
a las tranqueras de San Miguel y Loreto en previsión
de otros desastres. Por ahora no te mando fusilar a
condición de que en adelante no retrocedas ni un palmo en las
escaramuzas con el enemigo. Quedas obligado
a marchar siempre
al frente de tus tropas en los combates y asaltos.
Ya no habrá retiradas bajo
ningún pretexto. Y en prevención de que cometas nuevas barrumbadas, te
ordeno leer a las tropas durante tres días, al toque de diana y retreta, el Bando
Supremo adjunto en que autorizo
y ordeno a los sargentos de compañía, a
los cabos y hasta al último soldado, a que te disparen una perdigonada por la
espalda al menor intento de volver a mostrarla al enemigo.
Te brindo generosamente esta conmutación y dejo en tus manos, mejor dicho en tus pies, la iniciativa
de ser fusilado en combate por tu propia decisión. Tú en persona debes leer el Bando. Una buena milicia
es la única capaz de remediar estos males. No vamos a perpetuar castas militares. No quiero parásitos
acuadrillados que sólo sirven a los fines de atacar/conquistar al vecino; encadenar/esclavizar a los propios
ciudadanos en su conjunto. Quiero que sean ciudadanos-soldados íntegros aunque carezcan de instrucción
militar completa, si bien la reciben con las primeras letras desde la escuela primaria. Atacados
por el enemigo, todos nuestros ciudadanos
se convertirán automáticamente en soldados. No hay uno
solo que no prefiera la muerte a ver su Patria invadida, su Gobierno en peligro.
ROA BASTOS ilustrado
740
Los ciudadanos pueden ser excelentes soldados en un mes. Los soldados
llamados regulares no
pierden sus vicios en cien años. Los funcionarios, categoría en la que se debe incluir a las dos
clases superiores del Estado, una en su condición de magistrados, la otra como ayudantes o
ejecutores armados de las decisiones de aquéllos, han de recibir una formación rigurosa que les
permita a los unos defender la Nación contra sus enemigos; a los otros, administrar justicia en
favor del pueblo; terminar con las injusticias que continúan existiendo aún después de nuestra
Revolución. Los militares, los magistrados deben evitar con el mayor de los cuidados
que su diestra mano aparte riquezas mientras la siniestra sujeta las riendas del
mando destruyendo el fundamento igualitario de la sociedad.
Por ello les he prescripto una forma de vida de total austeridad; la que yo mismo me he impuesto.
Ni ustedes ni yo podemos poseer bienes de ninguna naturaleza. Celibato perpetuo para no
dejar viudas les mando.
Nos está vedado constituir nuestra propia familia, pues nos llevaría a
favoritismos injustos. Guerreros, magistrados, ayudantes, especie de santos armados, sin bienes
propios ni vida familiar, están obligados a defender los ajenos con desprecio de toda otra mira.
Quiero que esto quede bien claro. Relean mis órdenes. Apréndanlas de memoria. No quiero
que lo puesto sea estorbado por lo supuesto. Quiero que la letra les entre no con sangre sino
por entendimiento. Pido, exijo a todos ustedes el control estricto de los bienes, de los fondos
públicos, de los gastos. Estrictísima vigilancia para evitar ladronicidios, cobros indebidos, coimas,
exacciones, cohechos, sobornos.
YO EL SUPREMO
741
Bochornos en los que algunos de ustedes parecen ser más duchos que en aplicar arregladamente
los reglamentos. Sobre este punto de la piratería de los funcionarios volveré más adelante. Voy a
apretar las clavijas
afinando la cuerda al tono justo alrededor del cuello de cada uno.
TACHA EL PÁRRAFO. LUEGO DE SOBORNOS, ESCRIBE: EL
SANEAMIENTO DE LA ADMINISTRACIÓN
ES INDISPENSABLE
PARA LA EJECUCIÓN DEL PLAN DE SALVACIÓN PÚBLICA QUE
HEMOS DE REALIZAR EN MANCOMUNADO ESFUERZO.
La República es el conjunto, reunión, confederación de todos los miles de ciudadanos que la
componen. Se entiende de los patriotas. Los que no lo son, no deben figurar ni considerarse en
ella; a no ser como la moneda falsa que se mezcla con la buena, conforme lo han aprendido en
el Catecismo Patrio. Tenemos el Estado más barato del mundo, la Nación más rica de la Tierra por
sus riquezas naturales. Tras los muchos, incontables años durante los cuales hemos disfrutado
de la mayor paz, tranquilidad, bienestar,
que jamás se conocieron antes en este Continente,
debemos esforzarnos
ahora en defensa de este inconmensurable bien.
ROA BASTOS ilustrado
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Al estado de paz perpetua sucederá el estado de guerra permanente.
No atacaremos a nadie.
No toleraremos que nadie nos ataque. El Paraguay
será invencible mientras se mantenga cerrado
compactamente sobre el núcleo de su propia fuerza. Mas, en saliéndose de este núcleo,
su poder decrecerá en razón inversamente proporcional al cuadrado de la distancia en que se
dispersen sus fuerzas. He aquí la ley de gravitación
ejerciéndose en forma horizontal. Newton
no ve todos los días caer la manzana. Tacha manzana. Pon naranja. Tampoco sirve. Tacha todo el
párrafo. ¿Quién lo conoce aquí a Newton?
Con vistas a reorganizar los padrones poblacionarios deben levantar
de inmediato un
completísimo censo de todos los habitantes, inclusive
indígenas, que se hallan radicados
en la jurisdicción a cargo de cada uno de ustedes sobre los veinte Departamentos de la
República, a fin de actualizar el registro de nuestra población. Este censo ha de especificar
en los formularios detallados al efecto, cantidad de adultos, edad, sexo, ocupaciones,
aptitudes de cada hombre o mujer; antecedentes familiares,
políticos,
policíacos, el que los tuviere, principalmente de los jefes de
familia; referencias a su afección y desafección a la
Causa de nuestra Independencia. Número de
hijos, desde los recién nacidos a los
que están
por entrar en
edad militar.
YO EL SUPREMO
743
Situación de los niños que reciben instrucción.
Enviarán listas de los muchachos de las escuelas
con expresión
de los que ya andan escribiendo. Con respecto a los más adelantados,
se les requerirá
respuesta en forma de una composición escolar a la pregunta de cómo consideran estos
niños al Supremo Gobierno. Tienen amplia libertad de expresión. El Gobierno destacará inspectores
a cada una de estas escuelas a objeto de verificar con adecuadas pruebas el progreso de
los alumnos, promedios de asistencia, aprovechamiento, saber, aplicación, así como las causas
que impiden su rendimiento o provocan
el ausentismo y la repitencia en los grados. Nunca
como hoy es necesario hacer entera verdad del dicho: En el Paraguay no hay ningún ciudadano
que no sepa leer ni escribir, y lo que es su consecuencia: Expresarse
con propiedad. Reflexionen
pausadamente sobre estos puntos que constituyen el basamento de nuestra República.
Focos de proyección de su progreso en el porvenir. Quiero jefes, delegados, administradores,
aptos en sus diversas funciones. Quiero pundonor, austeridad, valor, honradez en cada uno de
ustedes. Quiero másculos patriotas sin mácula. Anoten cualquier duda, opinión, sugerencia,
que estimen conveniente
formular acerca de los principales asuntos tratados en esta Circular.
Tengo pensado realizar dentro de poco un cónclave, que es como decir un Congreso de jefes,
funcionarios, empleados del más alto al más bajo rango, a fin de fortalecer, uniformar, entre todos,
la futura política del Supremo Gobierno.
ROA BASTOS ilustrado
744
Cada uno de ustedes debe preparar una rendición de cuentas de toda su actuación en los diversos
cargos a que han sido destinados desde
su ingreso en la administración pública. Rendición de
cuentas que será estudiada por el Supremo Gobierno antes del Cónclave. Sus informes,
que suelen
ser bastante deformes, esta vez han de ser conformes a los formularios que se les harán llegar con
el próximo chasque. Tales fojas de servicio, juntamente con el censo de la población, así como el
censo educacional, que he ordenado, deberán ser enviados dentro de un mes, es decir, a fines de
septiembre del presente año, a más tardar.
El propósito de esta rendición de cuentas no se fraterniza desde luego
con el despropósito de
relevarlos a ustedes por las faltas que pudieran
haber cometido en el pasado. Condenarlos por
haber incurrido en torpezas, no sería sino otra torpeza más. Lo ya hecho para bien está bien. Lo
hecho para mal procuremos hacerlo bien en el futuro. Mi idea es conducir a cada uno de ustedes
de modo que lleguen a ser grandes jefes, funcionarios irreprochables de la República. Por
ello quiero que sus partes, sus oficios, sus relatorios vayan saliendo ajustados a la realidad
de los
hechos. No se dejen llevar por las riberas de su imaginación. No me obliguen a ir pelando sus papeladas
bulbosas llenas de cáscaras amargácidas. No me hagan morder la cebolla. Quiero que
tomen mis advertencias no tanto como del Jefe Supremo, sino más bien del amigo que no sólo
los estima sino que los ama. Tal vez mucho más de lo que ustedes mismos pueden sospechar.
YO EL SUPREMO
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El tiempo que vivimos bien puede resultar el postrero; por lo tanto, adecuado para enmendarnos
a reculones. Por disconveniencias mejor que por conveniencias personales. Estando poco
adoctrinado por los buenos ejemplos, que no han abundado nunca en nuestro propio país, me
sirvo de los malos ejemplos cuya lección al revés es ordinaria pero extraordinaria para dar buenos
ejemplos del derecho. Costumbre de nuestra justicia es ejecutar a los culpables en advertencia
de los demás. A fin de que el mal ejemplo no cunda, se corrige no al que se ahorca sino a
los demás por el ahorcado. Siempre se muere en otro. No les vaya a ocurrir que ya estén muertos
y no lo noten o se hayan olvidado de que lo están. La mentira no me engaña. Siempre doy con
ella aunque venga escondida entre las suelas de los zapatos. Supersticiones
y cábalas no me tocan
ni alucinan. A ustedes les consta mi templanza;
mas también mi inexorable rigor. Este rigor
está puesto por entero
al servicio de la Patria. Defenderla a todo trance de sus enemigos sean
éstos de dentro o de fuera.
¡Entendedme, pobres conciudadanos! Yo antes quiero morir que volver a ver a mi pobre Patria
oprimida, y tengo la satisfacción de creer que lo general de toda la República está en lo mismo.
Si así no lo fuera, culpa nuestra será. Mas entonces ninguno de nosotros se salvará del desastre
de la Patria. ¿Por qué? Porque todos y cada uno de nosotros seremos ese desastre. Sobre tales
despojos vendrán a sentar sus reales las fieras del desierto.
ROA BASTOS ilustrado
746
Se suele decir que el que se fía del pueblo edifica en la arena. Tal vez, cuando el pueblo no es
absolutamente más que arena. Pero aquí no reina
esta cábala. Yo lidio no con un pueblo de arena
ni de fantasmas, sino con un pueblo de hombres de mil y tantas miserias. ¡Paraguayos, un esfuerzo
más si queréis ser definitivamente libres! Apenas yo reciba los resultados del nuevo censo y
empadronamiento
general de los ciudadanos que les ordeno en la presente, serán informados
sobre
el proyecto que he forjado para la formación de un gran ejército y una flota de guerra a objeto de
liberar de una vez por todas a nuestro país del inicuo bloqueo de la navegación y reforzar nuestras
defensas, fundamento de nuestra autodeterminación y soberanía. Los pormenores del plan serán
revelados oportunamente a los comandantes
militares en instrucciones muy reservadas.
(Cuaderno privado)
Por el momento lo que voy a obrar es lo siguiente: Una vez talado el bosque de sátrapas, una
vez extinguida la plaga de perros hidrófobos babeantes de abyección, mandaré extender sobre
sus restos una gruesa capa de cal y de olvido. No más jefes indignos y bufones. No más efectivos
de líneas que haraganean a la espera de huir al menor peligro. No más tropas de un ejército
que existe y no sirve para nada, pues hasta el último de los soldados acaba contagiándose de
los vicios de sus jefes. No más uniformes, ni grados, ni jerarquías escalafonarias, que los da no el
mérito sino la antigüedad de su inutilidad. El ejército de la Patria será todo el pueblo en ropa y
dignidad de ser el pueblo en armas. Ejército invisible, pero más efectivo que todos los ejércitos.
Sus efectivos, los campesinos libres, encuadrados por los jefes naturales que surjan de ese natural
ejército de trabajo y defensa de la República. Trabajarán de día.
YO EL SUPREMO
747
De noche harán sus ejercicios. Se adiestrarán en las tinieblas de modo que las mismas tinieblas
sean sus mejores aliadas. Las armas serán escondidas
durante el día, junto a los surcos. Las murallas
boscosas serán nuestros mejores bastiones; los desiertos y esteros, nuestros fosos impenetrables;
los
ríos, lagos y arroyos, las arterias por donde circulará la fuerza fulmínea de nuestros destacamentos
articulados en pequeñas unidades.
Que vengan los elefantes. Ya el compadre Confucio decía que
los mosquitos acaban comiéndose a los elefantes. Cuando irrumpa el enemigo,
creerá que entra
en una tierra inerme y pacífica. Mas cuando los invasores se den cuenta de su error acorralados
entre el trueno y el relámpago
por este aparente espejismo de hombres y mujeres que defienden
su heredad en ropa de trabajo, sabrán que sólo puede ser vencido el pueblo que quiere serlo. Las
tropas de padres de familia arraigados en la zona del Paraná, que envié contra la invasión de los
correntinos, fueron un buen ejemplo al comienzo. Desde hoy, nada de inservibles tropas de líneas.
Disolveré esos efectivos de haraganes e incapaces que disparan al primer tiro del enemigo. Se acabó
el ejército de parásitos que chupan la sangre del pueblo
inútilmente, además de vejarlo sin cesar
con toda clase de atropellos y abusos.
Desde hoy, el pueblo mismo será el ejército:
Todos los hombres y mujeres adultos,
jóvenes y niños en condiciones de servir en
el Gran Ejército de la Patria. Único, invisible,
invencible. Estudiar todos los aspectos
de
su organización. Proyectar en sus menores
detalles un plan de estrategia y táctica; un
reglamento de combate de guerrillas y un
sistema
general de autoabastecimiento,
orientados a cubrir los objetivos centrales
de
trabajo y defensa.
La base más importante para esta conversión
de las milicias tradicionales
en milicias del
pueblo es ... (quemado el resto del folio).
ROA BASTOS ilustrado
748
Yergue el cráneo sacudiéndose la tierra. Levanta la mitad de la osamenta
apoyándose en los
cuartos traseros. Está a punto de arrojarme a la cara el secreto del negro Pilar. Un pequeño arco
iris de baba se le forma alrededor del hocico. Sarcástica sonrisa a la sombra pelada del hueso.
Me retiro un paso, fuera de su alcance. Lo observo de reojo. La hidrofobia de un perro muerto
puede ser dos veces mortal. ¡Lo mandaste matar por! ... Se contiene con un fingido ataque de tos.
Despacio, mi buen Sultán. Tienes
la eternidad por delante. Hala hala ¿qué ibas a decir del negro?
Continúa.
Te escucho. No eras antes tan buen oyente, mi estimado Supremo. Tampoco tú eras muy
conversador en tu vida de perro. Lo mandaste fusilar
el mismo año en que celebrabas tus bodas
de plata con la Dictadura Perpetua.
Corrió ese año sebo caliente como nunca. ¿Te acuerdas, Supremo,
del velón? Velo ahí. Tus perráulicos
lo mandaron fabricar de cincuenta
varas de altor por tres de grosor en la base. Diez mil
quintales de sebo ardiendo fueron derramados sobre el esqueleto del envarillado. Encendieron
el pábilo que estaba calculado para durar por lo menos otro cuarto de siglo con la llama prendida
dentro de su nicho de mica. Lo levantaron por la noche en la Plaza de la República. Víspera
de aquella Navidad. Tú no sabías nada. Sorpresa absoluta. Únicamente te sorprendió esa luz que
brillaba después del toque de queda en un sitio donde no la habías visto nunca ni ordenado que
estuviera. Enfocaste el telescopio desde la ventana.
¡La Estrella del Norte!, te oí murmurar. Toda
la noche pasaste contemplándola.
Gañido bajito de perro viudo. Mil suspiros. Un solo suspiro
cortado por mil contrasuspiros. De modo que eran mil y también uno solo. Me obligaste a suspirar
y gañir a tu lado, aplastándome la pata con el taco ferrado del zapato. Mientras tú suspirabas
y gañías a lo perro yo me reía a lo hombre de tu ridícula pena-persona. Cuando el alba asomó te
llevé a la cama casi a rastras. Te encerré en tu camaranchón. Monté guardia
a la puerta.
YO EL SUPREMO
749
Atraído por el alboroto de la plaza descubriste el velón algunas horas
después. Desprendido
de la armazón de takuara, bajo los ardores del sol está ya completamente doblado hacia tierra,
chorreando sebo y humo por la punta. ¡Gritos y risas, vivas y hurras a El Supremo! La multitud se
enardece. Retoza en torno al inmenso candil, que ha querido
humillar mansamente la cabeza
hasta la multitud en la nunca vista celebración. Las mujeres se revuelcan frenéticas en el polvo
rojo de la plaza. Las más audaces bacantes-vacantes se abalanzan contra la reblandecida
punta.
Erizados los cabellos. Túnicas en jirones. Ojos desorbitados. Arañan pedazos de sebo caliente.
Cogen en el cuenco de las manos las gotas ardiendo. Se refriegan plastos de sebo contra el vientre,
los pechos,
las bocas. Salen aullando enloquecidas:
Oe...oé ... yekó raka’é
ñande Karaí Guasú o nacé vaekué ...*
*Oe... oé... hace mucho tiempo nuestro Gran Señor dicen que nació.
Te diste a todos los diablos. Lo que para ellos era la Fiesta de las Fiestas, para ti fue la más siniestra
burla de las burlas. Mandaste despejar
la plaza a bayoneta calada. Tres veces tuvieron que
cargar tus granaderos en formación de combate. Los perráulicos temblaban.
ROA BASTOS ilustrado
750
Ese día mandaste fusilar al negro Pilar. Fui a lamer las heridas que le habían abierto
las balas en el pecho. Hacia la hora nona, con voz de muerto el negro me dijo
riéndose un poco: ¡Tanta vela al santo-pedo! ¿No, Sultán? A la india Olegaria la
dejé preñada. Cuando haya parido el hijo decile que yo le hago decir que le ponga
mi mismo nombre. Y al viejo de mierda ése, que no tiene nombre, decile que yo le
hago decir que no sepa por dónde anda ni tenga qué decir, que se le haga noche
por dentro y se duerma de una vez sin que sepa jamás que se ha muerto. Eso fue lo
que dijo el negro Pilar. Su póstumo deseo. ¿Por qué no escribes estas cosas ciertas
entre tantas mentiras que tu mano toma en préstamo a otras mentiras creyendo
que son tus verdades?
Sabes que no lo mandé matar por pura sevicia, Sultán, sino por los hechos que hizo.
Lo mandé al infierno por su ladronicidio, por su traición.
¿A qué infierno? ¿Al de
tu negra conciencia? ¿A tu Infierno Supremo?
¡No me faltes al respeto! ¡Mándame
fusilar a mí también, maldito viejo muerto de supremidad! ¡Estoy harto de ti!
Fíname antes de que tu mano no pueda mover más esa pluma. Ahora que somos
finados podemos
entendernos. No, Sultán, todo esto exige una comprensión
que, vivo o muerto, no cabe en tu entendimiento. ¡Bah, Supremo!
¡No sabes aún qué alegría, qué alivio sentirás bajo tierra! La
alucinación en que yaces te hace tragar los últimos sorbos de
ese amargo elixir que llamas vida, mientras vas cavando
tu propia fosa en el cementerio de la letra escrita. El
propio Salomón dice: El hombre que se aparta del
camino de la comprensión
permanecerá, aunque
esté vivo, en la congregación de los muertos.
Estás iniciado a medias; como en ella yo soy
más antiguo, tú el novicio me debes respeto,
Supremo.
YO EL SUPREMO
751
Sabiduría añade dolor, ya lo sabemos.
Pero hay un dolor que vuelve a ser locura, y esto no se
halla escrito en ninguna parte. No te quedes absorto contemplando demasiado ese fuego que
tu incipiente ceguera verbal cree ver arder en los Libros. Si existe no está en ellos. No haría
sino incinerarlos. Te achicharraría. En esta ocasión he vuelto a tu maloliente perrera sólo por
acompañarte un instante; al cabo siento por ti la piedad de los muertos por los vivos. No trates
de entenderme. Podrías volverte dichoso de pronto. ¿Sabes lo terrible
que es ser dichoso en
este mundo? En la obcecación de tu Poder Absoluto por el que crees dominarlo todo, no has
adquirido ni siquiera un real de la sabiduría del rey Salomón, el no-cristiano. Dormía con sus
concubinas guardando bajo su almohada
el cuchillo del Eclesiastés. A veces sacaba sin un roce
el acero forjado-en-
dolor mientras ellas dormían. Les cortaba sus cabelleras fabricándose hermosas
barbas rojas, doradas, negrísimas, onduladas, crespas, motosas, que le llegaban hasta el
ombligo. Con una sonrisa les cortaba los senos de un tajo; tan suave, que las durmientes debían
de sentirse aún acariciadas
en sueños: Les vaciaba los ojos en un pestañeo. ¡Nada hay más
hermoso que contemplar en la palma de la mano un par de ojos colmados
de sueño! El cordón
umbilical del nervio óptico colgando entre los dedos. Fosforecen un rato las pupilas en la obscuridad.
Brillo sulfúreo de amorodio. Luego se esconden del lado obscuro de la tierra. Son cosas
que no están en los Cantares.
ROA BASTOS ilustrado
752
Continúa en el fascículo 48
¡Espérate, Sultán! ¿Quién ha dicho esto último? ¡No me aturrulles!
Da lo mismo, Supremo. No te preocupes. ¿Cómo no he de preocuparme?
Si
estoy tratando de entender; no quiero mezclar mis cosas con tus perradas de
ultratumba. Ya te he dicho que no entenderás hasta que entiendas. Pero esto no
te ocurrirá mientras simules tu enterramiento en esos folios. Las falsas tumbas
son pésimos refugios. El peor de todos, el sepulcro escriturario de a medio
real la resma. Sólo bajo la tierra-tierra
encontrarás el sol que nunca se apaga.
Tiniebla germinal. Noche-noche
la de ojos en peregrinación. Única lámpara
alumbrando sus trabajos
de vida-y-muerte. Pues si no siempre en lo obscuro
se muere, sólo de lo obscuro se nace ¿entiendes, Supremo? Cuando aún vivías
me eras útil, mi estimado Sultán. Te oigo gruñir en sueños. Ladras. Despiertas
sobresaltado. Levantas la pata derecha para atajar la mala visión. En tus ojos
se refleja la imagen del Extraño. Desconocido sin dimensiones de color ni
forma. Cosa. Suceso. Vaticinio de lo negro a lo gris; de lo gris a lo blanco; de lo
blanco a la sombra parada delante de ti. Tu sueño ahora demasiado pesado. Ya
no sabes representar la muerte como en otro tiempo
lo hacías soberbiamente
para diversión de mis huéspedes. Igual que el bufón del negro Pilar, capaz de
mojigangas parecidas remedando voces,
figuras, gesticulaciones de los extraños
más extraños. Pantomimo. Histrión. Alcahuete. Morcillero. Sátiro. Transformista.
Caricato. Mamarrachero. Ladronzuelo.
Dime, Sultán, aquí entre nosotros, ponte la pata sobre el pecho: Con la más entera
franqueza dime si el negro te habló algo acerca de esa fábula que le encalabrinó
el cerebro con la idea de ser algún día rey del Paraguay. ¡Mentiras! ¡Patrañas de
tu bolacero fiel de fechos para desacreditar aún más al negro! ¡Lo último que
hubiera querido es ser rey de este país de mierda! El que sueña con destronarle
y hacerse rey algún día es justamente tu fiel de fechos, el propio Policarpo. Fíjate
en el respaldo
de la silla de tu lacayo. ¿Qué ves escrito ahí, a carbonilla? Policarpo
I Rey del Paraguay. Mándale que borre la leyenda con la lengua. Lo hará, no te
preocupes, antes de que el nudo corredizo la haga saltar bien húmeda
fuera de
la boca.
Por orden del perro escribo pues sobre el negro Pilar. Durante diez años el paje
disfrutó de mi exclusiva confianza. Aparte del protomédico, el único que entra a
mi cámara. Me ceba el mate. Vigila la cocción de los alimentos. Los prueba antes
que yo. En las audiencias oficia de asistente;
de vigía de punta en los paseos.
Avanzo sobre el moro; voy avanzando
lentamente por las calles taladas de árboles.
Los ojos de halcón del negro vigilan las rendijas de las casas atrancadas. Rezago
entre la maleza,
un racimo de cabezas ensombreradas. Pilar cae blandiendo el
látigo sobre los sombreros de paja. Cabezas de muchachuelos curiosos se esconden
bajo los sombreros. Los ahuyenta a guascazos.

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