lundi 6 décembre 2010

" ”Las ruinas circulares” de Borges: textualidad incesante o ficcionalidad del mundo", por Liliana Díaz Mindurry


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.: Ensayo Literario por Liliana Díaz Mindurry


”Las ruinas circulares” de Borges: textualidad incesante o ficcionalidad del mundo

La idea de circularidad (salir de una vía y volver por otra al punto de partida), así como la de vestigio (ruina) se unen a la clásica imagen del sueño de toda la obra de Borges, heredero de Shakespeare, Calderón, Lewis Carroll, Giovanni Papini, y por vía diagonal de la tradición gnóstica y del idealismo de Berkeley donde la noción de ser se conecta con la percepción. Cortázar con sus limites imprecisos entre los mundos (estilo “Continuidad de los parques”) es su más directo alumno del colegio ilusorio. No en vano, el sueño está hecho de vestigios (ruinas) diurnos y suele tener temas circulares (obsesivos).

La imagen gnóstica de ángeles o demiurgos ineptos (también la de espejos enfrentados cada vez más deformantes), o la del Rey Rojo (Carroll) que si despierta logrará que Alice salga disparada como “cosa de sueños”, juntamente con la de un Caballero Enfermo (Papini) que no sabe cómo lograr que su soñador regrese a la vigilia (o mantenerlo dormido), es recurrente en Borges. Ser apenas un vestigio (ruina) almacenado en la noche de otro que tal vez comparta idéntico destino y ad infinitum, es la caja china y el uroboros (circularidad). El uroboros evoca a la serpiente primordial.

Sabemos que el círculo es perfecto emblema del infinito que en Borges es concepto corruptor y desatinador. Evoca lo fatal y paradójicamente es noción envolvente que abriga, cuida (con alivio, con humillación, con terror). Por algo las sortijas talismáticas, brazaletes, los cordones defensivos, los círculos de hechiceros sanadores.

Alivia saberse sueño de otro, pero es humillante. Ningún concepto es unívoco y el fuego (cuyas llamas lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin combustión), menos que ninguno: purifica y devora. (Trae el recuerdo del concepto de Heráclito: un mundo que nace y termina en el fuego). El círculo, además de ser la forma del “vestigio” del templo, es la forma del cuento (que retoma el mismo tema y lo sugiere infinito).

El pensamiento de múltiples creadores donde la creación se debilita y desnaturaliza, así como la idea de creador demiurgo o mago fue la manera en que los gnósticos aceptaron la fealdad del mundo carnal, incompatible con la perfección de la Primera Causa, que se volvía distante. El Golem del cabalista, novelizado por Meyrink, narrado por Scholem también (una vez son pronunciadas las palabras del Nombre) cobra una presunta vida de notable imperfección. (En la hora de angustia y de luz vaga/ en su Golem los ojos detenía/ ¿Quién nos dirá las cosas que sentía/ Dios, al mirar a su rabino en Praga?). Del mismo modo las ideas de la ciencia ficción (cada vez menos ficcionales), del mundo robotizado.

La temática del sueño, tan cara a Borges, torna más irreal la “realidad”, más afantasmada (nosotros hemos soñado el mundo. Lo hemos soñado resistente, misterioso, visible, ubicuo en el espacio y firme en el tiempo, pero hemos consentido en su arquitectura tenues y eternos intersticios de sinrazón para saber que es falso). Aparece en “La espera” y en casi toda su obra: tocando la angustia de lo borroso, la pesadilla (Un atributo de lo infernal es la irrealidad, dice en “Emma Zunz”) toma un papel claramente desintegrador, propicio a los simulacros, en este caso simulacro de Creación.

La prosa de Borges busca con deliberación lo remoto y lo vacilante tan propio de arquitecturas oníricas (En el fondo del sueño están los sueños). Así como en “Continuidad de los parques” de Cortázar no hay límite cierto entre lo pretendidamente real y lo ficcional, es flexible y gris, un “continuo”. El mundo es apariencial, todo resulta soñado (literario). Si vamos a ver en cualquier cuento una historia exterior y una latente podemos concluir que en ambas historias hay apariencia (apariencia del ser del “hijo” del mago, apariencia del ser del mago, sugiriéndose nuevas posibilidades de apariencia).

En definitiva, la mirada de Borges nunca deja de ser irónica, es decir, escéptica de toda posibilidad de conocimiento (la filosofía resulta una rama de la literatura fantástica: por algo ha escrito cuentos con la materia de sus ensayos). Ergo, conocimientos puramente literarios (todo es literatura). Se trata de un universo indeterminado: las palabras precisarán este pensamiento de lo impreciso, esos mundos que giran al oxímoron. El conocimiento se hace imposible ante la desmesura (o el horror) de lo infinito. Lo unánime es justamente la noche, entiéndase además, la ignorancia. El demiurgo venía del Sur, lugar borgesiano de lo primitivo y vagamente infame (también del coraje). Se trata de un mago (que en las teologías es considerado inferior, manifestación del engaño, cercano a lo primario del eros y la violencia y lejos de la experiencia sagrada) y así, el artista, el escritor, es en esta imaginería burlona, un hechicero, cuasi fantasma con un propósito que no está a su pobre alcance.

***

Ver en este cuento una imagen de la creación literaria es probablemente una redundancia. Escribir en la unánime noche de la página en blanco y del “sueño” (del inconsciente), producir significantes nacidos de múltiples demiurgos (influencias literarias). Incluso el juego zumbón de Borges hace nacer “Las ruinas circulares” del “Examen de la obra de Herbert Quain”. Habla de la dificultad de la creación (mucho más arduo que tejer una cuerda de arena o que amonedar el viento sin cara). Hasta de la necesidad de un espacio que no distraiga para escribir (un mínimo de mundo visible) e incluso de los borradores (hojas desconocidas).

Tal vez sin proponérselo se acerca a las teorías de Proust sobre la memoria involuntaria como adecuado móvil, o las psicoanalíticas (buscó otro método de trabajo (…) abandonó toda premeditación de soñar). Llama a la creación literaria con humor: propósito (…) sobrenatural.
Condena creaciones autistas y las elige colectivas hechas de un orden de intertextualidades o influencias. Ve una continuidad subterránea de literaturas conformando un libro infinito (el universo).

En ese sentido se diferencia del creador inmóvil – “Funes el memorioso”- que copia a la manera de Pierre Menard. Cada demiurgo va alternando con su nuevo “hijo” tal vez más débil que el antecedente. (En “Kafka y sus precursores” insinúa la idea del hijo que crea sus padres, que hace leer de otro modo a sus precursores). En resumen la creación es un vestigio (ruina) que no se hace sin regresar al principio (circular).

Y si todo es literatura cualquier discurso es literario y así lo es la cosmología gnóstica (teología o metafísica), o mirada de Berkeley en el siglo XVII. Así cualquier “realidad” se convierte en “ficción” (Cortazar y “Continuidad de los parques”). La realidad es lenguaje como observará Wittgenstein.

El fuego creativo, el dios Fuego del templo en ruinas pretenderá iluminar la noche con la vieja idea de ordenar el caos, cuando en verdad, lo revela. Templo despedazado que devora obras literarias anteriores en un nuevo despedazamiento dionisíaco. En el alba, la obra está terminada y es también la muerte del demiurgo-mago-creador en su condición de mero eslabón de esa cadena llamada textualidad incesante.

LILIANA DIAZ MINDURRY

Diaz Mindurry, Liliana
Una mirada sobre obras y autors / Liliana Diaz Mindurry ; edición literaria a cargo de Patricia Bence Castilla. - 1a ed. - Buenos Aires : Ruinas Circulares, 2010.
80 p. ; 20x14 cm. - (Octaedro / Liliana Diaz Mindurry)

ISBN 978-987-1610-09-9

1. Ensayo Literario. I. Bence Castilla, Patricia, ed. lit. II. Título
CDD A864

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