mardi 29 mai 2007

"Los textos que me dejó Augusto Roa Bastos", Eric Courthès









Los textos que me dejó Augusto Roa Bastos


Excusado es decirles primero que me legó Augusto Roa Bastos el Supremo Texto de la Narrativa Latinoamericana del XX, Yo el Supremo, un Librazo tan raro que un día un asistente asunceño me preguntó por qué nosotros los críticas no le inventábamos un diccionario especial para leerlo y entenderlo…

Sobra recordarles también que fueron numerosos los otros textos de Roa, en los cuales ya se vislumbraba o se proyectaba la “lección de Escritura” del Supremo Dictador del Texto Perpetuo, de hecho con su especial poética de la ausencia, nos dio a leer una sola obra enmascarada en varias, cuya cronología no deja de reservar unas tremendas sorpresas[1].

Así escribió Contravida, remontándose hacia el origen de su escritura, pero no termina ahí lo endotextual en su obra, al delegar la escritura a narradores-escribientes super omniscientes tipo Miguel Vera o el Supremo, al poner en escena la escritura de su libro, (no del suyo), remató con la ausencia barthiana del Autor de modo único quizá, en las letras mundiales, lo que conceptualicé como endotexto[2]

Pero no se acaba en ello su enorme legado textual y escriptural, al dar la ilusión de que el texto se auto genera mediante narradores-personajes que lo suplen, al dejar traslucir agujeros en el texto, zonas de ausencias textuales y autoriales, invita al lector a que se meta en aquellas grietas de la Escritura, para que se vuelva él también Creador, inscribiéndose en la Re-Escritura de una obra tan original que renace en manos de sus lectores más empedernidos[3], lo que llamé exotexto

Por si no fuera bastante, en sus discursos, en las pocas horas ( pero tan densas) que me dedicó el Mago Textual, supo insuflarme ideas y creaciones que no me han soltado aún, al cabo de siete años. El ensayo sobre la insularidad paraguaya[4], el Carpincho me lo sugirió, en su casa; el seis de septiembre de 2000.



Le debo también el artículo sobre fronteras que voy a escribir acerca de Isla Margarita, ya que, increíble coincidencia, resulta ser la del “Penal El Paraíso[5]”. La novela que proyecto sobre Bonpland[6], con su doble muerte tan extraña, está en agraz en Yo el Supremo…

O sea que con la obra de don Augusto, sean textos escritos o discursos, el cuento nunca se acabó, su Escritura es transfinita y lo es también el legado inmenso que me dejó, y que, ya puedo afirmarlo, me formó como Hijo de Hombre y me permitió revelarme a mí mismo…



Eric Courthès
Tsingoni, Mayotte
29 05 07



[1] Por ejemplo, se sabe que empezó Contravida antes que todas las otras obras y la publicó al final, que hubo varias versiones diferentes de El Fiscal, véanse para más detalles mi artículo: « Una trilogía paraguaya tras otra», Poitiers, CRLA de la Universidad de Poitiers, Actas de la “Jornada Roa Bastos” del 14 de enero de 2006.

[2] Fíjense en « El endotexto roabastiano », Asunción, Servilibro, Palabras escritas N°1, febrero de 2006, pp. 114-120, y sobre todo en mi reciente ensayo Lo transtextual en Roa Bastos, Asunción, Universidad Católica, Biblioteca de Estudios Paraguayos, Vol. 67, noviembre de 2006.

[3] Les aconsejo al respecto el mejor ejercicio de re-escritura roabastiana, (sin editor hasta hoy), que me ha sido dado en leer, él de Carolina Orlando, la cual con sus memorias apócrifas de Roa lo resucitó a nivel textual de modo mágico. Léanse de aperitivo "Primer encuentro con Borges", cuento que forma parte de su biografía apócrifa de don Augusto Roa Bastos: Memorias de un Escritor. Palabras Escritas N° 2, Servilibro, Asunción, Paraguay, julio de 2006.

[4] Consulten con provecho La ínsula paraguaya, Asunción, Universidad Católica, Biblioteca de Antropología Paraguaya, Vol 49., marzo de 2005.

[5] Al respecto les recuerdo esta cita preciosa de Hijo de hombre, en la cual el lector se da cuenta de que la isla en que está el Penal de Peña Hermosa, es movediza, (igual que la obra de Roa), al remontar el río nos transporta hacia la utopía y la aporía de la Escritura: “…Entonces se tiene la sensación de que el peñón remontara el río, entre las centelleantes y lejanas barrancas….El islote suelta amarras y empieza a remontar el río, imperceptiblemente, sin apuro.”, Augusto Roa Bastos, Hijo de hombre, Madrid, Alfaguara, 1995, (1960), p. 239, p. 242

[6] Mémoires d’un mort, le voyage sans retour d’Aimé Bonpland, La Rochela, Ediciones La Découvrance, en prensa, 2008.


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