lundi 3 octobre 2011

EL AMANTE BLANQUINEGRO DE MARYSE RENAUD “Menos le temo a la muerte que al silencio.”, Federico Andahazi, El anatomista, Planeta, Buenos Aires, 2007, (1997). De no haber leído completo antes el último libro de Maryse Renaud: El cuaderno granate , al toparme como lector-amigo con ese sintagma: “Negro crápula, negro sinvergüenza,…”, hubiese pensado de inmediato que mi gran amiga Maryse no estuvo en su sano juicio al escribir semejantes dislates… De hecho, doña Marisa, nacida en Martinica, en 1947, catedrática de literatura hispanoamericana en la Universidad de Poitiers, es una de las más empedernidas defensoras de la negritud, por sus genes africanos desde luego y por ser también una especialista de literatura dominicana… Maryse es una negra blanca, o una blanca negra, o más bien, una negra blanquecida por el frío polar que suele hacer en invierno, en Poitiers, en París o en Madrid, una negra desarraigada de sus Antillas olorosas a sabrosas fragancias de la infancia, a mangos, buganvillas y alamandas… Maryse es también una increíble manejadora de la lengua española, pero no de cualquier castellano, sino del más castizo que se pueda concebir, no sería nada exagerado relacionar su agudo y pulcro sentido de la lengua clásica, sus sutilezas semánticas y su gusto por las palabras y modismos más peregrinos, con los mejores exponentes en ese asunto tan delicado: Miguel Delibes, Antonio Machado y Ana María Matute… No obstante su relativo aislamiento lingüístico, pese a sus frecuentes contactos con sus alumnos y colegas, maneja un español de una gran riqueza y pureza, en esos tiempos tan feos de barbarización de las lenguas por los malos usos de internet y celulares… Maryse escribió a los 62 años su primera-última novela , hazaña muy parecida a las de Augusto Roa Bastos o don Miguel de Cervantes en cuanto a la edad, una novela de la madurez, empero no se trata de un mamotreto roabastiano o cervantino, es novelita nomás por su formato postmoderno de 142 páginas, pero gran libro suyo, por destapar y subvertir a la vez dos traumas que parecen subyacer en ese texto: la negritud y el fracaso de la pareja… Pero antes de aclarar más adelante nuestras pistas de interpretación iniciales, conviene poner en su contexto aquella declaración de Miguel, abogado francés de origen antillano, un Granval, una familia criolla de ricos plantadores, de las cuales resultaría medio imposible que no tengan sus miembros entre sus antepasados, algún negrito… A Miguel le toca defender, a instancias de su padre, a un rico estanciero de la Pampa, don Cosme, por el asesinato del amante de su mujer, del cual resulta ser claramente responsable, por haber pagado a dos secuaces colombianos para que hicieran ese trabajo sucio… Pero pasa que el marido tiene orígenes negros, por ser de Chascomús, “un conocido foco de población negra en el siglo XIX .”, nada excepcional hasta ahora dado que lo de la Argentina blanca es, como bien se sabe, puro cuento … Lo más relevante viene después, el amante es blanco, tan blanco como el indio de Esteban Bedoya , y a partir de esa inversión paródica -que termina de forma cómica con todos los presupuestos raciales acerca de la potencia sexual superior de los negros-, se arma el desenlace, a Miguel, muy a pesar suyo, le toca “defender la raza ”, defender a ese asesino que presume de blanco por ser negro, por “el recuerdo de la bodega del barco negrero ”, es su última causa y le cuesta esa solidaridad de la negritud que no permite destapar la verdad y condenar al culpable… Le duele muchísimo el caso por ser un Granval y por tener de amante a su tía, Emma, “la escandalosa”, una preciosa mulata antillana que a pesar de llevarle unos añitos de más, supo atraparlo en sus redes africanas de encajes blancos de santería… Casi hasta el final del libro, se lo mantiene al lector con esa ilusión, Miguel es el amante blanco de su tía negra, hasta que el tabú del incesto se desmorone totalmente, al revelarle Emma la verdad sobre sus orígenes . No es la nieta de su abuelo Anselme, agrimensor inútil que despilfarró la fortuna familiar en fiestas y mujeres, sino la de un amante negro de su madre, la cual logró hacerle “endosar gozoso [a Anselme] una paternidad que más de uno a su alrededor presentía sospechosa. Bien morena había salido la criatura para ser suya .” He aquí sin lugar a dudas el núcleo textual de la novela, el nudo y nodo de todo, la historia vergonzosa tapada durante casi todo el libro que le permite mantener la tensión narrativa a Maryse. El amante blanco de la esposa blanca del don Cosme negro, supuestamente blanco, no es sino el adelanto del amante supuestamente negro de la mamá blanca de Emma, en ese contexto tragicómico, muy teatral por cierto, en aquel quiasma texto-racial, cabe una sola pregunta: ¿Importa o no la raza, dado que blanco y negro son las dos caras de un mismo proceso: blanquinegro…? Y en eso sí que la reconozco a mi amiga Maryse, paladina de la causa de los negros como lo soy de la de los indios, tan intachable e incorruptible como yo, pero con esa pizca de inteligencia, con ese leve matiz del polo opuesto, esa dialéctica suprema, que le permite salvar con mucho humor e inteligencia los habituales y aburridos esquemas raciales, que a veces, en algunos coloquios universitarios en Europa, sobre el mestizaje, la negritud o el neo indigenismo en América Latina, casi incumben en racismo al revés… De los prejuicios sale el racismo, de las generalizaciones excesivas, en cambio, en el relato de Maryse, el negro puede portarse como blanco, en sus actitudes criminales, y el blanco como negro, en sus actividades de rompehogares, a partir de esa sutil inversión, Maryse Renaud nos da una buena lección sobre el asunto: de lo blanquinegro, de la mezcla de sendos polos habitualmente antagónicos, puede salir una verdad más equilibrada, menos esquemática y primaria… De “…los trapos sucios …” de la familia Granval, de la misoginia de Edgar, el padre de Miguel, del cuaderno granate de su hijo, que le revela a su madre la sumisión casi ciega al padre: ese tirano que nunca supo amar a su esposa y sembró en su hijo su mismo odio a las mujeres. Otra forma de racismo, el sexismo de algunos hombres que ven en la supuesta superioridad de los hombres sobre las mujeres, el zócalo inquebrantable de su sociedad patriarcal arcaica, totalmente anticuada y desfasada con la realidad… La mujer es para esa gente, el negro del hombre, su doble sufrido y complaciente, pero en el relato de Maryse, las mujeres, sea Clarysse, la madre de Miguel, sea Emma, su amante, tienen un papel dominante, la segunda por revelarle la verdad sobre sus orígenes a Miguel y la primera por tratar de entender el por qué del desamor del cual fue víctima, durante toda la vida, de parte de su marido y de su hijo, a través de “las terribles revelaciones ” de un cuaderno granate, redactado por su hijo de niño... Y conviene ahora resaltar el aspecto textual, los tres personajes recién citados son escritores de partes de la obra que estamos leyendo, Miguel por ser el autor del cuaderno, su madre Clarysse y su amante Emma, por dialogar e intercambiar cartas al respecto, todos estos textos intrincados forman la red del texto que estamos leyendo . Aquel texto desemboca en otro texto aún más complejo, en una voz heterodiegética que se dirige directo a la conciencia de una Emma moribunda que acaba de tratar de suicidarse, en el capítulo 33: “Tú, la peor”, y le permite al autor desentrañar sus sentimientos más profundos: al sentirse engañada por todos, se desquita en los limbos de la muerte, invirtiendo el proceso de la realidad: “…los engañaste a todos.”, parece ser su leitmotiv pre mortem … Clarysse era una mujer amargada, porque su marido “no la había querido nunca ” y no obstante, nunca renunció “a su amor ”, tampoco al de su hijo, y su combate por entender las causas de ese doble rechazo, casi la llevó hasta la muerte. La pelea fue casi mortal porque se enfrentó con la rigidez patriarcal y “la angustia ” enfermiza de Edgar, que quiso tapar el perfil de mujeriego de su padre Anselme, durante toda su vida, como si hubiera sido su propia culpa . Y sobre todo se topó con la idea sexista de la supuesta superioridad de los hombres respecto de las mujeres que le supo transmitir a su hijo, desde muy joven, a través de las figuras de hombres súper dominantes, tal como Aníbal, el legendario jefe púnico. En ese muy denso, tenso e intricado “Intríngulis familiar ”, Maryse logró superar los habituales límites melodramáticos de la saga familiar, merced a la variedad de su texto, a la riqueza de su lengua, y sobre todo gracias a su capacidad de postergar siempre “el sentido general de la novela , a su gran dominio de la procrastinación, de la demora textual casi existencialista de la verdad… No es pertinente saber si el libro se basa en datos autobiográficos, lo relevante es que Clarysse pudiera entender las raíces de su mal y acercarse por fin a su hijo, al decidir convivir tres meses con él y Emma en Campeche. Con esa actitud de ruptura total con el pasado, demostró a las claras haber superado su doble trauma de madre malquista por su marido y su hijo, por haber logrado romper el silencio del tabú, al encontrar las raíces del desamor… Éric Courthès eroxa_courthes@hotmail.com Auckland, 29/09/2011

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